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miércoles, 26 de mayo de 2021

Monedas privadas

Rodrigo Rato 

27 de mayo de 2021 


No hay muchos activos que aumenten su valor de 1 a 40 en 7 años. La aparición hace 12 años de una moneda privada, solo existente en internet, de producción limitada pareció entonces  algo esotérico y marginal. Esta semana tanto las autoridades de Estados Unidos como las de China han actuado  decididamente contra ella. Su valoración se ha resentido pero todavía ronda los 40.0000 dólares, 1/3 menos que hace 3 meses pero 6 veces más que hace dos años, con 225.000 transacciones diarias. Todas las Autoridades Monetarias de los países más importantes han primero desaconsejado su uso para después limitarlo al máximo. Las razones son muchas.

Nada respalda el valor del Bitcoin sino la confianza en su futuro, inversamente proporcional a la desconfianza en las monedas nacionales, apoyadas en economías altamente endeudadas,  con poblaciones envejecidas. Todos somos testigos conscientes de que nuestros Gobiernos expanden el gasto para relanzar las economías, emitiendo deuda que compran los respectivos Bancos  Centrales. La principal economía del mundo, EE.UU., inunda los mercados con deuda en dólares en más de 2 billones de dólares por año. Los Gobiernos de varios países euro colocan la mayoría sino la totalidad de sus bonos en el Banco Central Europeo. Lo mismo sucede en Japón, cuyo Banco Emisor es el mayor tenedor de acciones en su bolsa. Nadie sabe el volumen de deterioros de la banca estatal China, pero no serán pequeños. Es cierto que las monedas nacionales están respaldadas por sus economías, pero también por su fuerza, aunque desde 1970 el oro abandonó su papel de respaldo ¿Será el Bitcoin el nuevo refugio?

También hay aspectos de opacidad que inicialmente jugaban a favor de la moneda digital privada, pero los últimos movimientos  oficiales en EE.UU. obliga a sus ciudadanos a declarar su propiedad. Pronto lo harán otras circunscripciones. Aunque su carácter privado y digital deja abierta posibilidades de cierta opacidad, casi imposible para las monedas reguladas. Por si fuera poco su producción es muy intensa en consumo de energía. El Bitcoin no es todavía un instrumento de cambio o de compra, los demás activos no se valoran por ellos. Es de momento un valor puramente especulativo, su precio está en las expectativas de ser un adelanto tanto de fuerzas negativas como positivas: las  futuras quiebras de los Estados y el dinamismo de la economía digital. Hipótesis las dos muy especulativas, pero que recogen percepciones reales.

El aspecto digital ha sido recogido por los Estados que anuncian ya la emisión de sus propias monedas digitales, con efectos muy profundos para sus sistemas bancarios cuyo papel en la creación de liquidez y manejo de los instrumentos de pago y ahorro puede verse seriamente comprometido, ante la alternativa de monedas digitales de cada Banco Central. Al fin y al cabo si la digitalización reduce e incluso elimina la intermediación en la economía, parece inevitable que también afecte al negocio bancario. Una de las  fuerzas que empuja a retrasar las monedas nacionales digitales, mientras el Bitcoin y otros intentos presionan en la dirección contraria. 

La erosión del dólar como moneda global dispararía las alternativas privadas. Sus dos posibles sucesores, el euro y el reminbi,  carecen de la confianza necesaria para ocupar plenamente su puesto. El primero no tiene todavía un mercado único bancario ni de capitales. El segundo está demasiado sometido a las necesidades políticas del Partido Comunista Chino. Así es más que posible un largo mantenimiento  del papel global del dólar, perdiendo protagonismo y atractivo, máxime cuando sus Autoridades no lo quieren demasiado fuerte y sus ciudadanos no ahorran lo suficiente para financiar su propio crecimiento. Quizás fue muy prematuro considerar al Bitcoin como algo asentado, pero es difícil sentenciarlo ya. La desintermediación  digital también llegará a los monopolios estatales. De estos la emisión de moneda es el más significativo. La crisis financiera del 2008 sepultó muchas confianzas. Todavía no conocemos cuantas.

jueves, 20 de mayo de 2021

La gran apuesta

 Rodrigo Rato 

21 de Mayo de 2021 

No se trata ya de adivinar quien ganará la guerra tecnológica entre China y Estados Unidos, ni si Rusia y la Unión Europea se enfrentarán por Ucrania, tampoco la posibilidad de una guerra de Israel con Irán y como intervendría Arabia Saudí en su caso, ni siquiera el valor de equilibrio del Bitcoin. Donde se concentran las miradas y las apuestas es en la evolución de la inflación y sus consecuencias, en un mundo muy endeudado, sobre todo las economías emergentes y los Estados desarrollados. El fin de unos tipos de interés históricamente bajos, incluso en cero o negativos, revertiendo el ciclo de los últimos 30 años, tiene a las mentes concentradas.

La inflación es un viejo conocido de las economías, que causaba monumentales pérdidas de poder adquisitivo y exigía políticas fiscales austeras. Su importancia fue cayendo, pasamos de los dos dígitos anuales en la mayoría de los países en los 1980 al riesgo de deflación después de 2008. La competencia globalizada  y la desregulación frenaron el crecimiento de los salarios en los países desarrollados. Crecimientos económicos moderados y la eficiencia energética frenaron el precio del petróleo. Ni siquiera el boom de materias primas provocado  por China a partir del año  2000 elevaba los precios al consumo. Las expectativas de inflación de consumidores y mercados estaban ancladas en los objetivos de los Bancos Centrales, alrededor del 2% anual en los países desarrollados. En los emergentes  alzas de  dos dígitos anuales se convirtieron en excepción. 

Pero las cosas pueden haber cambiado. China lleva varios meses con los precios al consumo en alza, EE.UU están en el 4% y puede superarlo en 2021 en una expansión económica del 6%, todas las materias primas llevan meses con  alzas de dos dígitos. Sin embargo, empleo y salarios todavía no se han recuperado. Si Norteamérica es un ejemplo, se ofrecen empleos pero muchos exigen nuevos conocimientos. El desánimo reduce las poblaciones activas porque algunos dejan de buscar. Pero la gran cuestión está en los Bancos Centrales, que a lo largo de los últimos dos decenios han pasado de vigilar  en exclusiva la inflación a tener un ojo y medio en la estabilidad de los mercados financieros, cuyo desarrollo es uno de los grandes acontecimientos junto con la globalización del último tercio del siglo XX. Todo ello mucho más en EE.UU que en Europa o China, pero la dirección es la misma.

Estos mercados han sido y son los grandes beneficiarios de las políticas monetarias expansivas y los ultrabajos intereses, utilizados para salir de la Gran Recesión de 2008. Salimos pero con mucha mayor desigualdad a favor de los inversores financieros. En 2020, la COVID trajo además un activismo fiscal no visto desde los 1960. No quedaba otra con caídas del PIB en todo el mundo. Trump bajo impuestos y Biden aumenta los gastos, los dos a lo grande. El déficit público de EE.UU rondará el 10%, el mundo está inundado de deuda pública norteamericana cuando ni demócratas ni republicanos quieren un dólar fuerte. La masa monetaria en sentido amplio crecía al 6% los últimos años, en 2021 crecerá al 28%. Para unos con esto basta para predecir inflación sensiblemente por encima del 2%. Para otros sin una explosión de salarios, incompatible con el actual nivel de desempleo, los precios subirán pero solo momentáneamente. Las expectativas de inflación prevén una inflación del 3% o más. La Reserva Federal anunció al final del pasado verano que no reaccionará si se supera su objetivo del 2% anual, habida cuenta en casi 10 años no lo ha alcanzado. En la zona euro esto es aún peor, la inflación subyacente no supera el 1% desde hace mucho más tiempo.

Los masas son extraordinarias. Incluso con intereses históricamente bajos, la deuda pública comprada por los  principales Bancos Centrales ha multiplicado sus balances por tres. Italia, por ejemplo, ha vendido al Banco Central Europeo la totalidad de su emisión neta de deuda, desde 2014. Con estas dimensiones pequeñas subidas de tipos pueden convertir el servicio de la deuda en una gran losa. La crisis del 2020 deja  grandes deudas privadas  también. El peso del mercado del dólar es irresistible. Cuando sus tipos a largo han empezado a subir arrastrando a los del euro, pese a que allí se crece bastante y aquí no. Las materias primas suben en parte por  una capacidad productiva estancada desde hace años por falta de inversión, pero también por China y EE.UU. que recuperan ya su nivel económico pre 2019. Gran noticia!!, pero puede que incompatible con  tan bajos intereses. ¿Qué nos viene mejor dinero  muy barato o  fuerte crecimiento económico? Los mercados parecen preferir lo primero, que es lo que llevan disfrutando 10 años. Los Gobiernos quieren las dos cosas. Los banqueros centrales temen no tener ninguna.

Quizás la respuesta está más en la historia que en la teoría económica. Las grandes aumentos de deuda se saldan o con crecimiento o con inflación o dejando de pagar. A veces una detrás de otra. La zona euro va con retraso en crecimiento y no tiene inflación, si descontamos la energía, pero las montañas de dinero arrastran a todos. Mal momento para no saber que hacer. Lo peor sería acabar con tipos al alza con poco crecimiento. Sería mala suerte pero no es imposible.

jueves, 13 de mayo de 2021

Inestabilidad

Rodrigo Rato 

14 de mayo de 2021 

La decisión del Gobierno de plantear Mociones de Censura, entre el Partido Socialista y Ciudadanos, en Murcia, Castilla y León  y posiblemente Madrid, ha resultado en el mayor fiasco político en muchos años. Para empezar las  Mociones presentadas fracasaron, pero también dieron lugar a un anticipo electoral en Madrid que ha rehecho el mapa político en esa Comunidad, pero con reverberaciones en toda España. Como consecuencia el espacio electoral del PSOE no solo no se ha agrandado sino que ahora lo comparte con una tercera fuerza, Más Madrid, que incluso le aventaja. Sin que tampoco Podemos haya disminuido. El deseado  objetivo de una seria  oportunidad  electoral para el socialismo en el entorno de los 140 diputados se ha esfumado. Como lo han hecho las posibilidad de un anticipo electoral, apoyado en dos motivaciones: evitar el desgaste de una coyuntura   económica y social pesimista en el medio plazo, junto con aprovechar una situación postrada para la dirección nacional  del Partido Popular, después de malos resultados en el País Vasco y Cataluña. Al contrario el PP ha ensanchado su base a costa de Ciudadanos, lo que le sitúa en un objetivo electoral cercano los 115 escaños.


El alejamiento del horizonte electoral hasta después de las próximas elecciones Autonómicas y Municipales en mayo 2023 da especial influencia a los socios independentistas del PSOE, que son todos anti españoles pero algunos introducen además  altos niveles de inestabilidad política y financiera. Así El Partido Nacionalista Vasco y Bildu son independentistas pero mantienen la estabilidad donde gobiernan, lo que no es el caso de Esquerra o Junts per Cat. La creciente tensión en la vida política y económica catalana será un lastre para la mayoría parlamentaria en España estos próximos años. A diferencia del caso Vasco, el independentismo catalán no tiene un modelo político viable, fuertemente rechazado por al menos la mitad de su población. Además de asentarse en el principio que todo ha de sacrificarse a ese inestable objetivo, empezando por el desarrollo económico y social. Por el contrario, el PNV traslada una eficacia en la gestión atractiva para todos. Aunque están por ver los efectos en su opinión pública de la gestión de la pandemia en el corto plazo y la rentabilidad del Concierto, asentado en impuestos directos sobre rentas personales y empresariales, en un plazo más largo.

La inestabilidad de sus alianzas parlamentarias y de su propio espacio político son muy peligrosas para cualquier Gobierno, sobre todo en las segundas partes de las  Legislaturas. Estas son menos propicias para llevar a cabo reformas que inevitablemente generan ganadores y perdedores. Además la total dependencia de los fondos Europeos empieza a enseñar exigencias de más recaudación, que han de recaer en amplias capas de población si quieren generar suficientes recursos. El año 2020 y lo que llevamos del 2021, casi medio año, han producido una dura caída no solo de la actividad por la COVID 19 sino con un considerable aumento del déficit público, de 20 puntos de la riqueza nacional en dos años, pese a que España es uno de los países europeos que menor esfuerzo fiscal  ha hecho para impulsar su economía. Lo que apuntaría a un muy baja eficacia del gasto público. España es de momento casi el único país euro que solo plantea solicitar ayudas y no préstamos del Fondo de Nueva Generación Europeo, aunque es de los  que más necesita un aumento del crecimiento, con la mayor tasa de desempleo de la zona.  No se sabe si es por miedo al endeudamiento o incapacidad de gestión. Todo este panorama, como era de esperar, rezuma hacia el exterior: ni Draghi ni Biden parecen tenernos entre sus relaciones prioritarias, pese a ser dos importantes aliados con muchos intereses comunes.

Una repetición mimética de la vida política de los primeros 20 meses de este Gobierno parece lo probable, pero no lo  más aconsejable. Con la visión que da el transcurso del tiempo, el  no haber constituido un Gobierno de coalición PSOE- Ciudadanos en junio de 2019  ha resultado fatal para los segundos pero muy pernicioso para los primeros. El actual enfrentamiento a ultranza con la Oposición a quien  de verdad no conviene es a un Gobierno ya desgastado y con una cuesta arriba hasta el final por delante. Para los que hablan de la importancia de hacer política ha llegado el momento. El próximo otoño puede ser muy tarde. Gobernar nunca trae lo deseado ni siquiera lo esperado. El tiempo parece que sobra al principio pero es un espejismo, en seguida se agota, lo que hoy en España es ya. Nuestros últimos Gobiernos, tanto del PSOE como del PP, estuvieron inmóviles  en los finales de sus respectivas  segundas legislaturas. Ninguno acabó bien. Muchas cosas apuntan a una repetición de esa experiencia.

jueves, 6 de mayo de 2021

Desempleo financiero

Rodrigo Rato 

7 de mayo de 2021 

El modelo capitalista se ha apoyado en muchas palancas, desde su aparición en el siglo XVIII, una de ellas el crédito. Así la banca comenzó un crecimiento  casi sin fin. Con la expansión de los mercados financieros y su globalización  en el siglo XX todo lo relacionado se multiplicó, entre ello el empleo. Bancos y Bolsas atrajeron talento con una mano de obra cada vez más sofisticada y mejor pagada. El crédito y las finanzas han dominado una parte substancial del crecimiento económico de las últimas décadas. El desarrollo tecnológico ayudo a este crecimiento casi continuo. Incluso la tremenda crisis financiera de 2008, la Gran Recesión, produjo grandes pérdidas a Estados y personas, pero el tamaño del sector financiero respecto a la economía real ha llegado a ser seis veces mayor. Sin embargo  en este cambio de década muchas cosas han empezado a cambiar y deprisa. El sector financiero español ha anunciado miles de despidos, no necesariamente ligados a la Covid, sino a un profundo cambio con raíces económicas, regulatorias y tecnológicas.

La Gran Recesión obligó a los Bancos Centrales, a los Estados, a convertirse en impulsores  directos y protagonistas del crédito al por mayor, pero también en la fijación del coste de los intereses  a corto, como un instrumento central de la política macroeconómica independiente de las condiciones económicas reales. Los tipos no sólo están situados por la acción de los Bancos Centrales a niveles históricamente bajos, también a cero o incluso negativos. Así los intermediarios, bancos principalmente, han visto reducirse sus márgenes hasta el punto de necesitar tener que cobrar dinero por la financiación que solicitan a los Bancos Centrales. Prestar es ya un negocio intervenido tanto en China como en la zona euro. Para ello hacen falta menos bancos, que además están regulados para correr riesgos limitados e incluso abandonar los mercados más especulativos, peligrosos pero  muy rentables, con crecientes exigencias regulatorias de más capital.


La tecnología, por su parte, no sólo ha permitido reducir costes y ampliar los servicios, también ha abierto la puerta a la aparición de nuevos competidores en todos los negocios financieros, principalmente por parte  de los gigantes tecnológicos pero no sólo. Nuevas monedas privadas y las cadenas de bloques cambian el negocio de la intermediación de manera radical. La obsolescencia ha llegado a  muchos otros sectores y también a la otra hora todopoderosa banca. Los propios mercados financieros lo dicen con el valor de las cotizaciones. De los 100 valores bursátiles globales más importantes no hay 10 bancos y situados en la cola. Un cambio producido en el último decenio.

Nunca ha habido tanto ahorro ni tanta liquidez privados. Pero no los utilizan los bancos aunque los tengan depositados. La regulación les limita el campo de actuación y crecimiento. La concentración les aleja de muchos clientes pequeños, antes tan rentables, sustituida la liquidez de sus ahorros  por la manguera de los bancos centrales ya no merece la pena cuidarlos como clientes. Ellos a su vez pagan a través de sus teléfonos y sus hijos no pisan un banco. Los reguladores cada vez piden más capital a un negocio cada vez peor. Sin embargo, sectores enteros de la actividad económica no pueden acceder al crédito regulado. Es la ley de la selva. El Estado tiene mecanismos de financiación directa por capas sociales y por actividades declaradas de interés general, que van cambiando. Pero carece de instrumentos para el sector privado atomizado, desde luego en Europa. La concentración del sector bancario es la apuesta de algunos gobiernos ante semejante encrucijada. No sabemos si  funcionará. Tampoco si el relevante papel de los banqueros es cosa del pasado.  Parece que buscan sobrevivir como hacen  otros muchos sectores. Sus posibilidades son tan problemáticas como otras muchas. ¿ Lo saben ya los políticos? Los inversores parece que si son conscientes, como lo son los propios banqueros. Big tema.