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jueves, 25 de marzo de 2021

Desestabilizaciones territoriales

 Rodrigo Rato 

26 de marzo de 2021  



Las Comunidades Autónomas españolas llevan  en vigor  en su conjunto casi 40 años. Independientemente de otras consideraciones sobre sus efectos en la unidad de mercado, el exceso regulatorio o la quiebra de una educación igual en toda España, las CCAA han sido fuente de estabilidad política, con Gobiernos que se han mantenido durante decenios, con mayorías socialistas hasta 1995 y del Partido Popular después. Los territorios con partidos nacionalistas o regionalistas fuertes han sido todavía más estables, sobre todo el País Vasco pero también aunque en menor medida Navarra y Cantabria. Cataluña fue extraordinariamente estable con Convergencia i Unió, para entrar en un proceso contrario a partir de la inclusión de la independencia entre las prioridades políticas, que ha acabado por convertirse en el eje de su debate político, lo que al parecer se va a reproducir con el nuevo Gobierno.

El reciente y creciente fraccionamiento de los mapas políticos regionales hace difícil la existencia de Gobiernos apoyados por un solo partido, con la excepción del caso del PP en Galicia. En las últimas semanas se ha acelerado un proceso de intentos de cambio de gobiernos en tres CCAA a través de mociones de censura. Los tres han fracasado pero han producido un precedente de inestabilidad con graves consecuencias. Pese a los designios soberanistas, las CCAA españolas como sus parientes federales en otros países, están centradas en la gestión más que en planteamientos ideológicos. Razón que explica, entre otras cosas, la estabilidad  de los Gobiernos a lo largo de varios periodos a la que me he referido antes. Continuidad en el tiempo ligada a una suficiente satisfacción de los votantes con el status quo. Algo equivalente sucede en los países federales. Estabilidad y eficacia de la descentralización política frente al centralismo.

La ultra politización de la vida regional y también de la local desplazaría la atención en la gestión hacia cuestiones ideológicas e identitarias. La colaboración del Gobierno de la Nación en estas operaciones puede resultar en aún mayor inestabilidad a nivel nacional. La duración de los Gobiernos no es un bien en sí mismo, dependerá sobre todo de lo que realicen con ella. La existencia de controles parlamentarios y libertad de expresión son ya en sí mismos garantía de control, como la independencia judicial y de los órganos de control de la propia Administración. El intento de establecer cambios políticos estructurales, constitucionales, a través de las CCAA ya sean lingüísticos o soberanistas anulará la atención en la gestión, en resolver los problemas de los ciudadanos para centrarse en construcciones nacionales. Ningún Estado Federal consiente tales desviaciones, tanto legalmente como por las respectivas opiniones públicas. En España sí se hace bajo el axioma de que “se puede defender todo en todos sitios”. Nada menos federal.

Los intentos de cambio de mayorías por pactos en mitad de legislaturas, lo que se denomina coloquialmente “mercadeo”, extiende la politización de la política regional más allá de los temas independentistas a regiones como Madrid, Castilla y León o Murcia. No es una buena noticia y va en la dirección contraria a lo deseable. No hay nada poco democrático en la utilidad práctica de los Gobiernos. Es más, resulta ser el principal atractivo de acercar la capacidad de decidir al ciudadano. Con la promulgación de más de 8.000 normas anuales, las CCAA suponen un riesgo serio de excesiva burocracia y reglas aplicables a mercados diminutos.  Por ello está más que cumplida la hora de dotar al Senado de capacidades normativas suficientes para legislar en temas autonómicos. Algo que sin duda no satisfará a los partidos independentistas, pero en todo caso sus ciudadanos y sus intereses económicos, comerciales, pero también sociales y sanitarios, entre otros, se proyectan mucho más allá de cada territorio autonómico, por lo que la existencia de reglas comunes es beneficiosa para todos.

Desde 1978 el las grandes crisis de nuestro sistema político han estado ligadas a planteamientos independentistas: ETA y el «procés». Ambos serios intentos de violentar nuestra Constitución, el primero además utilizando el terrorismo y el segundo un golpe de Estado desde un Gobierno autonómico. La respuesta de los sucesivos Gobiernos en ambos casos ha sido la aplicación de la ley. Sorprendentemente las respuestas políticas se han dejado a la iniciativa de las fuerzas separatistas. No podemos seguir así.

Ha habido varias ocasiones perdidas para acordar la instauración de un verdadero Estado Federal. Pero nunca es tarde. La alternancia de dos grandes partidos nacionales también en la mayoría de las CCAA, con dos excepciones nacionalistas, funcionó. Ahora que al parecer “ la nueva política” ha entrado en crisis parcial quizás sería una segunda oportunidad de definir el papel político de las CCAA dentro de un Estado verdaderamente federal, dejando claramente las cuestiones más políticas para ese nivel, tanto si les gusta a los independentistas como si no. En ningún país democrático se puede discutir todo en todos sitios, por algo será. Fomentar la estabilidad y la utilidad de nuestros Gobiernos Autonómicos debe formar parte de esa respuesta política.

miércoles, 24 de marzo de 2021

Nota de prensa Rodrigo Rato

Rodrigo Rato 

24 de marzo de 2021 


La Fiscalía Anticorrupción publicó ayer una nota de prensa sobre su escrito de acusación en la causa que se sigue contra mi en el Juzgado 31. 

Hay varias consideraciones que me gustaría hacer:

En primer lugar, resulta increíble que una institución pública de la Justicia española utilice estos modos para atacar y dañar la imagen y el honor de una persona.

Antes de dar a conocer el escrito de acusación y por lo tanto darme capacidad de defensa, la Fiscalía Anticorrupción divulga sus argumentos en una nota de prensa, algo especialmente excluido en un procedimiento sumario.

En su discurso con motivo del año judicial de 2020, la Fiscal General hizo alusión a un inminente Código de Buenas Prácticas que espero contenga reglas respecto a la divulgación selectiva y filtración interesada. Divulgar notas de prensa en lugar de la totalidad de los escritos no protege ningún bien público ni derechos, sino todo lo contrario.

En cuanto al fondo de la acusación de la Fiscalía, según su propia publicidad, recoge principalmente hechos y supuestos delitos que no han sido objeto de la instrucción, yendo contra el propio criterio del instructor, único director del proceso, que ya ha decidido qué hechos habrían quedado indiciariamente acreditados en una instrucción que ha contado con 12 millones de documentos requisados, 6 años de duración y 16 informes de la Onif, con dos prórrogas de 36 meses, solicitadas por la fiscal, durante las cuales no se practicó ninguna nueva diligencia.

Más aún, algunos de estos hechos y delitos han sido expresamente descartados por el Instructor, que a lo largo de estos años ha calificado por tres veces las propuestas de la Fiscal de investigación prospectiva, actividad prohibida por ley pero sorprendentemente no definida penalmente.

En esta causa, como puse de manifiesto ante el instructor en febrero de 2021, además se ha llevado a cabo una investigación prospectiva, paralela y secreta, denominada Operación Tajuña, a espaldas de la defensa, durante años, por parte de la fiscal, la UCO, el Seplac y al menos un miembro de la Onif, a la sazón auxilio judicial en la causa.

No debería ser este el momento procesal para plantear una nueva causa, ante la endeblez de la efectivamente realizada, amparándose en la impunidad del papel institucional que nuestro ordenamiento jurídico otorga a los Fiscales.

Ante la omnipotencia e impunidad constante de determinadas instituciones de nuestro sistema de Justicia, no puedo sino sentirme completamente indefenso. 

Reiteró mi inocencia de los delitos que se me atribuyen, retirando los argumentos y pruebas que durante 6 años he planteado.
 
Me remito a mi escrito de defensa que presentaré ante el Juez en su fecha.

jueves, 18 de marzo de 2021

¿Guerra fría, qué guerra fría?

Rodrigo Rato 
19 de marzo de 2021 

                                                                                                                             

Desde 1948 hasta 1989 el mundo fue un campo de batalla, más o menos cruento, entre dos imperios pero también dos modelos políticos y económicos opuestos: el soviético y el norteamericano. Casi todos los países tenían relaciones diplomáticas con ambos, pero una gran cantidad estaban alienados en la confrontación por alianzas militares y de seguridad. No cabían demasiados juegos a dos manos. Las cuestiones económicas eran secundarias a las ideológicas, con el firme convencimiento del bando norteamericano, Occidente, que la libertades políticas y económicas acabarían haciendo a los ciudadanos del otro bando a obligar a sus Gobiernos a cambiar. Los ciudadanos que podían abrumadoramente huían a los países occidentales. Prácticamente ninguno lo hizo en sentido contrario. En cierto sentido desde 1978, a la muerte de Mao Ze Dong, China aunque el mayor país comunista buscaba la prosperidad capitalista. “Da igual que el gato sea blanco o negro, lo importante es que cace ratones” fue la frase de Deng Xio Ping anunciando el más intenso cambio económico en la Historia.


La desaparición de la Unión Soviética tuvo entre otras consecuencias una consolidación del comercio mundial, la globalización, de la que China ha resultado ser la gran beneficiaria con más de 20 años creciendo al 10% anual acumulado. Con la antigua Guerra Fría está Globalización hubiera sido imposible. China dio al resto del mundo, primero mano de obra barata, luego ahorro casi ilimitado, y ahora millones de consumidores prósperos. Pero es y quiere seguir siendo un país totalitario, con un Partido Comunista omnímodo y un Estado que impone sus reglas en la política internacional, con graves ataques cibernéticos a otros muchos países. En la campaña electoral de Norteamérica de 2012, el candidato republicano Mitt Romei, identificó a Rusia como el adversario principal de Estados Unidos. En 2021 Republicanos y Demócratas solo coinciden en una cosa: que China es su adversario.


Banqueros, industriales, compañías tecnológicas, de consumo, fabricantes de coches, agricultores y ganaderos norteamericanos, todos y más, comercian con China y quieren aumentar sus compras y ventas. El déficit comercial norteamericano con China aumentó bajo Donald Trump, quien le impuso severas sanciones comerciales. El Estado chino tiene más de 1 billón de dólares de deuda de EEUU. Pero no solo ellos China es el principal socio comercial de casi todos los países del mundo, que buscan atraer a sus inversores o a sus turistas y consumidores. 300.000 jóvenes chinos estudian en Universidades norteamericanas. Si hay guerra es distinta esta vez. Para empezar la economía mundial, desde luego la europea y la norteamericana, pero también la Latinoamericana, la del Sudeste Asiático, la australiana o la canadiense, no podrían resistir el hundimiento chino, y la mayor economía mundial en paridad de poder de compra. Todo ello sin estado de derecho, ni convertibilidad de su moneda. Tampoco ellos absorberían con facilidad la crisis de los demás, es más, en 1998 y en 2008 fueron imprescindibles en el sostenimiento de la economía mundial. En 2021 su gran economía será una de las dos locomotoras del crecimiento mundial, la otra EEUU.


Es difícil encontrar en la historia un ejemplo de tanta interdependencia y creciente enfrentamiento. Desde luego China quiere ser una potencia militar, ya lo es en términos regionales. Ningún país asiático puede competir militarmente con ella, lo que entre otras cosas está generando algo que había desaparecido con la anterior Guerra Fría, una carrera de armamentos, circunscrita a Asía pero innegable, en la que la nueva Administración norteamericana se ha comprometido seriamente. Desde hace más de 10 años el Gobierno chino ha aumentado sus préstamos a otros países, con una cartera mayor que el Banco Mundial, y de la Nueva Ruta de la Seda financiando infraestructuras en todos los continentes. Venezuela pero también Pakistán o Myanmar, Etiopía tienen grandes deudas con ellos. En muchos sentidos China no es un país expansionista pero tiene mentalidad y anhelos imperiales, probablemente inevitables dado el tamaño de sus intereses. Sus prácticas de ataques cibernéticos pueden acabar con un único sistema de internet como hoy lo cocemos, su poco respeto a la propiedad intelectual es la mayor amenaza al comercio mundial en una economía cada vez con más inversión intangible.


La nueva guerra fría afecta de lleno a la globalización basada en la interdependencia y la búsqueda de eficiencia, para buscar independencia y autosuficiencia, sobre todo en los avances tecnológicos: 5G, semiconductores, Inteligencia Artificial, biogenética, donde las consideraciones de seguridad nacional son ahora prioritarias. Una guerra pero compartiendo consumidores, inversores y turistas es quizás más un mundo anterior a 1914.

sábado, 13 de marzo de 2021

Dilaciones europeas

Rodrigo Rato 
12 de marzo de 2021   

La llegada de Mario Draghi al Consejo de la Unión Europea, como Primer Ministro de Italia, ha puesto sobre el tapete la tensión que varias naciones y desde luego sus poblaciones tienen sobre el desarrollo de la vacunación frente a la COVID 19, con Reino Unido vacunando casi el 40% de su población, Estados Unidos casi el 30% frente al 10% de la UE. Al contrario a la habitual actitud de «no meneallo», el italiano expuso quejas respecto a la gestión europea que hasta su compatriota Salvini respaldó , de vuelta a casa congeló el envío desde Italia de vacunas a Australia. Esta anécdota es una categoría . Los europeos tienen motivos para sentirse insatisfechos ante una situación en las que les va peor que a los demás . Se trata de decirlo y no ser acusados de “malos” europeos. La categoría es que la UE resulta habitualmente, y para casi todo, lenta. Unos dirán que mover a 27 países es complicado, y tienen razón , otros que la burocracia de Bruselas vive aislada y feliz, y también la tienen.

La llegada del mundo post pandemia depende en primer lugar de las vacunas, de su presencia física. Los Estados nacionales tienen capacidad para aplicársela a los ciudadanos, como hacen con tantas otras. Pero hay más cosas. Los estímulos, el crecimiento y el futuro. La UE actuó decisivamente en 2020 sobre todo en demostrar que no iba a cometer los mismos errores de la crisis anterior, mezclar crisis con austeridad como Estados Unidos… pero en 1929. Sin embargo la aplicación del llamado Plan de Recuperación y Resiliencia tardará en empezar 12 meses como poco, hasta el verano de 2021. Mientras tanto cada país está haciendo lo que puede. En todo caso menos que sus principales competidores China y EEUU, que en 2021 o antes recuperarán los niveles económicos de 2019. En temas de pérdidas de empleo y riqueza los retrasos pueden convertir lo coyuntural en crónico . La propia Italia es un buen ejemplo. 

Pero la economía mundial de 2021 no es la de 2020. Pese a los extraordinarios compromisos de mantener los intereses cercanos a cero, por parte de los principales Bancos Centrales de los países desarrollados, los tipos están subiendo, más de 50 puntos básicos en EEUU y casi 30 en Alemania. Las curvas se han desplazado hacia arriba y aumentado su pendiente, lo cual indica una previsión de crecimiento futuro. En si es una buena noticia que nos indica más altos tipos en el futuro que en el presente, según los fundamentos económicos van pesando más en las expectativas que las masivas inyecciones de liquidez. Los Bancos Centrales según esta teoría cambiarán en dos años sus políticas ante un mayor dinamismo y una mayor inflación, ya que no solo las curvas de tipos sino también los precios de muchas materias primas están subiendo. Este escenario no es el mejor para el aumento de las deudas, alentadas por los propios Bancos Centrales, aunque es el más positivo para el futuro de la economía mundial: más crecimiento y empleo, con precios más altos. 

La base teórica en la sostenibilidad de las actuales políticas macroeconómicas, para muchos no solo el final de la austeridad sino del neoliberalismo que nació en 1980, radica en unos tipos de interés inferiores al ritmo de crecimiento. Así el peso de una mayor deuda puede ser sostenible. Llevamos años viviéndolo, con una caída de casi 4 puntos del PIB, desde 1998, en el montante de intereses que pagan los países desarrollados, aunque el montante nominal de la deuda ha aumentado. Ahora la cuestión es si la caída secular de los intereses durante 30 años ha llegado a su fin. Nada muy llamativo habida cuenta que muchos son negativos, casi 15 billones a nivel mundial en los últimos años. Este cambio de tendencia coincidiría con los mayores niveles de deuda de los Estados desde 1945. Una de las grandes contradicciones de la actual situación.

El otro elemento de la sostenibilidad radica en el ritmo de crecimiento. Tanto China como Estados Unidos, que representan el 45% de la economía mundial, están apostando decididamente en acelerar sus tasas de crecimiento. El Congreso del Partido Comunista chino lo acaba de cifrar como objetivo en los próximos años el 6%. EEUU puede crecer a esa cifra en 2021. La UE va más despacio, pero la influencia de la curva de tipos norteamericana está empujando hacia arriba su equivalente en euros. Lo que no es la mejor noticia para una economía euro todavía lastrada por la pandemia. La UE querrá beneficiarse del doble tirón chino- norteamericano vendiéndoles más. El consumidor norteamericano tiene 1.5 billones de dólares en exceso de ahorro, ¡Menudo tesoro! Ellos a su vez no quieren monedas fuertes para reducir esas exportaciones. Mientras el Mercado Único no acaba de cumplir sus objetivos. La zona euro era hasta 2019 una de bajo crecimiento relativo y fuerte exportación, pero ahora con decenas de puntos de PIB en más deuda el modelo tiene más contradicciones. La habitual lentitud europea no es ahora lo más conveniente. Bienvenida sea la impaciencia del señor Draghi. ¡A ver si resulta contagiosa! 

miércoles, 3 de marzo de 2021

Senderos españoles

 Rodrigo Rato 

5 de marzo de 2021 


Transcurridos holgados los primeros 12 meses del nuevo Gobierno social comunista en España, con apoyos parlamentarios de independentistas vascos y catalanes, las perspectivas electorales son relativamente estables, hasta mayo 2023 cuando se celebren elecciones autonómicas y municipales. Estabilidad indudablemente no exenta de riesgos dado el largo número de partidos que componen la necesaria mayoría parlamentaria, las diferencias de programas dentro incluso del Gobierno, los temas tan difíciles que se podrían plantear, como un referéndum sobre la independencia de Cataluña, que al margen de sus implicaciones legales tendría unas innegables consecuencias políticas para toda España. En estos 14 meses se han celebrado tres elecciones autonómicas que han dado resultados continuistas para los correspondientes Gobiernos. Todas ellas con participaciones menguadas, que podrían estar ligadas a la pandemia pero también a un creciente escepticismo del electorado. Parece que el previsible desgaste de los gobernantes durante un año de restricciones sociales y pandemia no se ha materializado. Antes al contrario han resultado las oposiciones las perdedoras tanto en Galicia, en el País Vasco como en Cataluña. 

En esta última se ha producido un notable cambio en el partido más votado, a favor del Partido Socialista de Cataluña desde Ciudadanos, ganador hace 3 años. Esta vez han sido los primeros los triunfadores al ser capaces de mantener sus votos frente a una caída generalizada para los demás respecto a diciembre 2017. Sin embargo parece más que posible la designación parlamentaria de otro Gobierno exclusivamente independentista, radical tanto política como socialmente. Así a diferencia de Galicia y el País Vasco donde la continuidad supone estabilidad con Gobiernos orientados hacia la gestión, en Cataluña se mantendrá un alto grado de tensión hacia dentro y hacia fuera, acompañado de un acelerado deterioro económico, lo que dada las dependencias parlamentarias del Gobierno Central se puede trasladar al conjunto de España. 

Hasta ahora la gestión de la pandemia y sus consecuencias humanas, sociales y económicas sitúan a España a la cola de los países desarrollados , sin que el Gobierno de Pedro Sánchez parezca resentirse en expectativas de voto, tampoco desde luego crecer. Este impasse sí parece afectar al primer partido de la oposición, el Partido Popular, frenado a su derecha y a su izquierda, al que los más que previsibles resultados de Cataluña parecen haber cogido por sorpresa. Además el cruce de la barrera de 4 millones de parados, con casi un millón más en ERTE, no está todavía produciendo el habitual desgaste a quien gobierna , como si sucedió en 1996,2011 y 2016. Es cierto por desgracia , que la evolución económica española está llena de riesgos, el mayor quedarnos rezagados en la recuperación con respecto a la zona euro, a su vez retrasada con respecto a otras economías. En cierto sentido el deterioro catalán puede extenderse al conjunto, con un Parlamento Nacional incapaz de promover las reformas que generen crecimiento, lo que resultaría en unos “ deterioros permanentes” como ha puesto de relieve recientemente el Gobernador del Banco de España. 

Además la apatía política del electorado puede indicar una pérdida de expectativas muy negativa para promover la inversión y el empleo. La distintas mayorías parlamentarias interpretarían equivocadamente este continuismo como aquiescencia que les lleve a proseguir en la inacción con los grandes asuntos: empleo, inversión, educación, seguridad juridica. Como ejemplos, la continua reducción de la productividad del sector público, cada vez mejor pagado respecto al privado y trabajando menos, que contrasta con el constante aumento de productividad en el sector privado. O la presión en la búsqueda de ingresos fiscales provenientes de una actividad empresarial inmersa en una histórica crisis de demanda . La confianza mesiánica en los fondos de Reconstrucción Europeos contrasta con la ausencia de concreción en la mecánica de su utilización. No resulta aventurado presagiar una combinación de apatía política y de desconfianza económica que se retroalimentarían peligrosamente. La ruptura de ese bloqueo en una democracia acrecienta las posibilidades del crecimiento de fuerzas radicales y populistas. Todo ello muy alejado del centrismo y la moderación que han dado tan buenos resultados en los últimos decenios a la sociedad española.