Un informe pericial asegura que Rodrigo Rato no debe dinero a Hacienda

Un informe pericial independiente asegura que el exvicepresidente del Gobierno pagó varios millones a Hacienda

Rodrigo Rato desmonta punto por punto las acusaciones contra él

Rodrigo Rato desmonta las acusaciones de la ONIF

La Audiencia Provincial de Madrid da la razón a Rodrigo Rato

La Audiencia Provincial de Madrid ha archivado una causa de la investigación sobre el patrimonio de Rodrigo Rato.

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jueves, 3 de junio de 2021

Razón de Estado

 Rodrigo Rato 

4 de junio de 2021 

En pocas cosas habrán estado de acuerdo todos los gobernantes españoles desde 1870 como en la prerrogativa del indulto. En estos 150 años las prioridades de los Gobiernos han variado de un lado a otro. Pero todos han retenido el poder de perdonar las penas impuestas por los tribunales, con el sometimiento al “interés general”, entendido según quien y como lo veía. No ha habido muchos casos como el de 2013 de  ver revocado  un indulto, en aquel Gobierno de funcionarios muchos juristas. La verdad es que en todos los países y en todas las épocas los Gobiernos han tenido y tienen este poder, un  rescoldo del “Ancien Regime” pre revolucionario. Una oportunidad de tomar decisiones por encima de las leyes.

Desde 1978 los gobernantes españoles se habían mantenido alejados de usarlo con fines estrictamente políticos, salvo ahora para “solucionar el conflicto catalán”. No pretende el actual Gobierno basarse en criterios jurídicos sino estrictamente políticos. Tampoco ha buscado el consenso con otros partidos nacionales, ni se basa en una promesa electoral, antes al contrario. El propio Tribunal Supremo, responsable de la sentencia del procés, le ha recriminado un autoindulto, habida cuenta que sus directos beneficiarios mandan sobre los partidos que mantienen al propio Gobierno. Es desde luego un camino sin retorno para sus protagonistas. Pedro Sánchez une su destino y el de su partido al resultado de concederlo. Es decir a un arreglo con los indepes. Estos ya han advertido que quieren más: una mesa de diálogo de igual a igual para convocar un referéndum. Este solo podrá ser consultivo y será exclusivamente en Cataluña. En base a su resultado se impondrá una solución política, la constitución de un Estado parasito.

Esta intención estaba en las llamadas leyes de desconexión aprobadas forzadamente por el Parlamento catalán en septiembre de 2017. Según ellas los ciudadanos de la nueva República mantendrían la doble nacionalidad, asegurándose así  la pertenencia a la Unión Europea y al euro,  junto con sus derechos como ciudadanos españoles aunque sus deberes serán con el Estado catalán, que heredaría  los activos y derechos del Estado español. Este por su parte  absorbería las deudas históricas de la Comunidad Autónoma de Cataluña y de sus Ayuntamientos. Bien pensado, no?

El Gobierno recuerda como precedente  la negociación con ETA de Rodríguez Zapatero, olvidándose que acabó con un atentado mortal en la T4 y que fue el siguiente Gobierno quien obtuvo el abandono incondicional de las armas por parte de los terroristas vascos. Ni una ley fue modificada para que esto sucediera, ni antes ni después. La sociedad española no se siente derrotada por ETA  y con razón. ¿Pasará lo mismo ahora?  Hay graves riesgos de que no sea así. Zapatero si legalizó Bildu, otra vez en contra de una Sentencia del TS, con el imprescindible concurso del Constitucional. ¿Están la mayoría de los españoles satisfechos de ello? Nadie lo sabe.

Es cierto que fue de Gaulle quien abandonó Argelia, Nixon Vietnam y Gobachov la Unión Soviética. Como lo es también que no a todos se lo agradecieron sus conciudadanos. Eran casos extremos, cabe preguntarse si los deseos de independencia en Cataluña lo son, ya que no son ni mayoritarios. En política los resultados pueden justificar los medios, si hay mayoría de satisfechos. De lo contrario la búsqueda de culpables es inexorable. En este caso es muy probable que en el conjunto de España no se produzca satisfacción mayoritaria. Además de la creación de un peligroso precedente para el futuro de la integridad territorial de España. Ni siquiera en Cataluña hay garantías de una amplia satisfacción. La manera de gobernar de los independentistas no ha sido hasta ahora muy inclusiva. Se aduce que los autores del indulto cuentan con que la memoria de los electores es flaca. Apuesta arriesgada donde las haya.

Puede que después de  los indultos el Gobierno se niegue al referéndum. Entonces habrá muchas tensiones, pero se habrá ganado tiempo y el fantasma de un futuro Gobierno del Partido Popular con Vox puede frenar muchos furores independentistas, aunque  también puede avivarlos para aprovechar una ocasión que se perciba como la última. Lo que no cabe duda es que el Gobierno Sánchez da un paso hacia lo desconocido e  inmanejable, en una situación económica y social muy difícil. Todos los malabaristas tienen un tope de bolas en el aire.

miércoles, 26 de mayo de 2021

Monedas privadas

Rodrigo Rato 

27 de mayo de 2021 


No hay muchos activos que aumenten su valor de 1 a 40 en 7 años. La aparición hace 12 años de una moneda privada, solo existente en internet, de producción limitada pareció entonces  algo esotérico y marginal. Esta semana tanto las autoridades de Estados Unidos como las de China han actuado  decididamente contra ella. Su valoración se ha resentido pero todavía ronda los 40.0000 dólares, 1/3 menos que hace 3 meses pero 6 veces más que hace dos años, con 225.000 transacciones diarias. Todas las Autoridades Monetarias de los países más importantes han primero desaconsejado su uso para después limitarlo al máximo. Las razones son muchas.

Nada respalda el valor del Bitcoin sino la confianza en su futuro, inversamente proporcional a la desconfianza en las monedas nacionales, apoyadas en economías altamente endeudadas,  con poblaciones envejecidas. Todos somos testigos conscientes de que nuestros Gobiernos expanden el gasto para relanzar las economías, emitiendo deuda que compran los respectivos Bancos  Centrales. La principal economía del mundo, EE.UU., inunda los mercados con deuda en dólares en más de 2 billones de dólares por año. Los Gobiernos de varios países euro colocan la mayoría sino la totalidad de sus bonos en el Banco Central Europeo. Lo mismo sucede en Japón, cuyo Banco Emisor es el mayor tenedor de acciones en su bolsa. Nadie sabe el volumen de deterioros de la banca estatal China, pero no serán pequeños. Es cierto que las monedas nacionales están respaldadas por sus economías, pero también por su fuerza, aunque desde 1970 el oro abandonó su papel de respaldo ¿Será el Bitcoin el nuevo refugio?

También hay aspectos de opacidad que inicialmente jugaban a favor de la moneda digital privada, pero los últimos movimientos  oficiales en EE.UU. obliga a sus ciudadanos a declarar su propiedad. Pronto lo harán otras circunscripciones. Aunque su carácter privado y digital deja abierta posibilidades de cierta opacidad, casi imposible para las monedas reguladas. Por si fuera poco su producción es muy intensa en consumo de energía. El Bitcoin no es todavía un instrumento de cambio o de compra, los demás activos no se valoran por ellos. Es de momento un valor puramente especulativo, su precio está en las expectativas de ser un adelanto tanto de fuerzas negativas como positivas: las  futuras quiebras de los Estados y el dinamismo de la economía digital. Hipótesis las dos muy especulativas, pero que recogen percepciones reales.

El aspecto digital ha sido recogido por los Estados que anuncian ya la emisión de sus propias monedas digitales, con efectos muy profundos para sus sistemas bancarios cuyo papel en la creación de liquidez y manejo de los instrumentos de pago y ahorro puede verse seriamente comprometido, ante la alternativa de monedas digitales de cada Banco Central. Al fin y al cabo si la digitalización reduce e incluso elimina la intermediación en la economía, parece inevitable que también afecte al negocio bancario. Una de las  fuerzas que empuja a retrasar las monedas nacionales digitales, mientras el Bitcoin y otros intentos presionan en la dirección contraria. 

La erosión del dólar como moneda global dispararía las alternativas privadas. Sus dos posibles sucesores, el euro y el reminbi,  carecen de la confianza necesaria para ocupar plenamente su puesto. El primero no tiene todavía un mercado único bancario ni de capitales. El segundo está demasiado sometido a las necesidades políticas del Partido Comunista Chino. Así es más que posible un largo mantenimiento  del papel global del dólar, perdiendo protagonismo y atractivo, máxime cuando sus Autoridades no lo quieren demasiado fuerte y sus ciudadanos no ahorran lo suficiente para financiar su propio crecimiento. Quizás fue muy prematuro considerar al Bitcoin como algo asentado, pero es difícil sentenciarlo ya. La desintermediación  digital también llegará a los monopolios estatales. De estos la emisión de moneda es el más significativo. La crisis financiera del 2008 sepultó muchas confianzas. Todavía no conocemos cuantas.

jueves, 20 de mayo de 2021

La gran apuesta

 Rodrigo Rato 

21 de Mayo de 2021 

No se trata ya de adivinar quien ganará la guerra tecnológica entre China y Estados Unidos, ni si Rusia y la Unión Europea se enfrentarán por Ucrania, tampoco la posibilidad de una guerra de Israel con Irán y como intervendría Arabia Saudí en su caso, ni siquiera el valor de equilibrio del Bitcoin. Donde se concentran las miradas y las apuestas es en la evolución de la inflación y sus consecuencias, en un mundo muy endeudado, sobre todo las economías emergentes y los Estados desarrollados. El fin de unos tipos de interés históricamente bajos, incluso en cero o negativos, revertiendo el ciclo de los últimos 30 años, tiene a las mentes concentradas.

La inflación es un viejo conocido de las economías, que causaba monumentales pérdidas de poder adquisitivo y exigía políticas fiscales austeras. Su importancia fue cayendo, pasamos de los dos dígitos anuales en la mayoría de los países en los 1980 al riesgo de deflación después de 2008. La competencia globalizada  y la desregulación frenaron el crecimiento de los salarios en los países desarrollados. Crecimientos económicos moderados y la eficiencia energética frenaron el precio del petróleo. Ni siquiera el boom de materias primas provocado  por China a partir del año  2000 elevaba los precios al consumo. Las expectativas de inflación de consumidores y mercados estaban ancladas en los objetivos de los Bancos Centrales, alrededor del 2% anual en los países desarrollados. En los emergentes  alzas de  dos dígitos anuales se convirtieron en excepción. 

Pero las cosas pueden haber cambiado. China lleva varios meses con los precios al consumo en alza, EE.UU están en el 4% y puede superarlo en 2021 en una expansión económica del 6%, todas las materias primas llevan meses con  alzas de dos dígitos. Sin embargo, empleo y salarios todavía no se han recuperado. Si Norteamérica es un ejemplo, se ofrecen empleos pero muchos exigen nuevos conocimientos. El desánimo reduce las poblaciones activas porque algunos dejan de buscar. Pero la gran cuestión está en los Bancos Centrales, que a lo largo de los últimos dos decenios han pasado de vigilar  en exclusiva la inflación a tener un ojo y medio en la estabilidad de los mercados financieros, cuyo desarrollo es uno de los grandes acontecimientos junto con la globalización del último tercio del siglo XX. Todo ello mucho más en EE.UU que en Europa o China, pero la dirección es la misma.

Estos mercados han sido y son los grandes beneficiarios de las políticas monetarias expansivas y los ultrabajos intereses, utilizados para salir de la Gran Recesión de 2008. Salimos pero con mucha mayor desigualdad a favor de los inversores financieros. En 2020, la COVID trajo además un activismo fiscal no visto desde los 1960. No quedaba otra con caídas del PIB en todo el mundo. Trump bajo impuestos y Biden aumenta los gastos, los dos a lo grande. El déficit público de EE.UU rondará el 10%, el mundo está inundado de deuda pública norteamericana cuando ni demócratas ni republicanos quieren un dólar fuerte. La masa monetaria en sentido amplio crecía al 6% los últimos años, en 2021 crecerá al 28%. Para unos con esto basta para predecir inflación sensiblemente por encima del 2%. Para otros sin una explosión de salarios, incompatible con el actual nivel de desempleo, los precios subirán pero solo momentáneamente. Las expectativas de inflación prevén una inflación del 3% o más. La Reserva Federal anunció al final del pasado verano que no reaccionará si se supera su objetivo del 2% anual, habida cuenta en casi 10 años no lo ha alcanzado. En la zona euro esto es aún peor, la inflación subyacente no supera el 1% desde hace mucho más tiempo.

Los masas son extraordinarias. Incluso con intereses históricamente bajos, la deuda pública comprada por los  principales Bancos Centrales ha multiplicado sus balances por tres. Italia, por ejemplo, ha vendido al Banco Central Europeo la totalidad de su emisión neta de deuda, desde 2014. Con estas dimensiones pequeñas subidas de tipos pueden convertir el servicio de la deuda en una gran losa. La crisis del 2020 deja  grandes deudas privadas  también. El peso del mercado del dólar es irresistible. Cuando sus tipos a largo han empezado a subir arrastrando a los del euro, pese a que allí se crece bastante y aquí no. Las materias primas suben en parte por  una capacidad productiva estancada desde hace años por falta de inversión, pero también por China y EE.UU. que recuperan ya su nivel económico pre 2019. Gran noticia!!, pero puede que incompatible con  tan bajos intereses. ¿Qué nos viene mejor dinero  muy barato o  fuerte crecimiento económico? Los mercados parecen preferir lo primero, que es lo que llevan disfrutando 10 años. Los Gobiernos quieren las dos cosas. Los banqueros centrales temen no tener ninguna.

Quizás la respuesta está más en la historia que en la teoría económica. Las grandes aumentos de deuda se saldan o con crecimiento o con inflación o dejando de pagar. A veces una detrás de otra. La zona euro va con retraso en crecimiento y no tiene inflación, si descontamos la energía, pero las montañas de dinero arrastran a todos. Mal momento para no saber que hacer. Lo peor sería acabar con tipos al alza con poco crecimiento. Sería mala suerte pero no es imposible.

jueves, 13 de mayo de 2021

Inestabilidad

Rodrigo Rato 

14 de mayo de 2021 

La decisión del Gobierno de plantear Mociones de Censura, entre el Partido Socialista y Ciudadanos, en Murcia, Castilla y León  y posiblemente Madrid, ha resultado en el mayor fiasco político en muchos años. Para empezar las  Mociones presentadas fracasaron, pero también dieron lugar a un anticipo electoral en Madrid que ha rehecho el mapa político en esa Comunidad, pero con reverberaciones en toda España. Como consecuencia el espacio electoral del PSOE no solo no se ha agrandado sino que ahora lo comparte con una tercera fuerza, Más Madrid, que incluso le aventaja. Sin que tampoco Podemos haya disminuido. El deseado  objetivo de una seria  oportunidad  electoral para el socialismo en el entorno de los 140 diputados se ha esfumado. Como lo han hecho las posibilidad de un anticipo electoral, apoyado en dos motivaciones: evitar el desgaste de una coyuntura   económica y social pesimista en el medio plazo, junto con aprovechar una situación postrada para la dirección nacional  del Partido Popular, después de malos resultados en el País Vasco y Cataluña. Al contrario el PP ha ensanchado su base a costa de Ciudadanos, lo que le sitúa en un objetivo electoral cercano los 115 escaños.


El alejamiento del horizonte electoral hasta después de las próximas elecciones Autonómicas y Municipales en mayo 2023 da especial influencia a los socios independentistas del PSOE, que son todos anti españoles pero algunos introducen además  altos niveles de inestabilidad política y financiera. Así El Partido Nacionalista Vasco y Bildu son independentistas pero mantienen la estabilidad donde gobiernan, lo que no es el caso de Esquerra o Junts per Cat. La creciente tensión en la vida política y económica catalana será un lastre para la mayoría parlamentaria en España estos próximos años. A diferencia del caso Vasco, el independentismo catalán no tiene un modelo político viable, fuertemente rechazado por al menos la mitad de su población. Además de asentarse en el principio que todo ha de sacrificarse a ese inestable objetivo, empezando por el desarrollo económico y social. Por el contrario, el PNV traslada una eficacia en la gestión atractiva para todos. Aunque están por ver los efectos en su opinión pública de la gestión de la pandemia en el corto plazo y la rentabilidad del Concierto, asentado en impuestos directos sobre rentas personales y empresariales, en un plazo más largo.

La inestabilidad de sus alianzas parlamentarias y de su propio espacio político son muy peligrosas para cualquier Gobierno, sobre todo en las segundas partes de las  Legislaturas. Estas son menos propicias para llevar a cabo reformas que inevitablemente generan ganadores y perdedores. Además la total dependencia de los fondos Europeos empieza a enseñar exigencias de más recaudación, que han de recaer en amplias capas de población si quieren generar suficientes recursos. El año 2020 y lo que llevamos del 2021, casi medio año, han producido una dura caída no solo de la actividad por la COVID 19 sino con un considerable aumento del déficit público, de 20 puntos de la riqueza nacional en dos años, pese a que España es uno de los países europeos que menor esfuerzo fiscal  ha hecho para impulsar su economía. Lo que apuntaría a un muy baja eficacia del gasto público. España es de momento casi el único país euro que solo plantea solicitar ayudas y no préstamos del Fondo de Nueva Generación Europeo, aunque es de los  que más necesita un aumento del crecimiento, con la mayor tasa de desempleo de la zona.  No se sabe si es por miedo al endeudamiento o incapacidad de gestión. Todo este panorama, como era de esperar, rezuma hacia el exterior: ni Draghi ni Biden parecen tenernos entre sus relaciones prioritarias, pese a ser dos importantes aliados con muchos intereses comunes.

Una repetición mimética de la vida política de los primeros 20 meses de este Gobierno parece lo probable, pero no lo  más aconsejable. Con la visión que da el transcurso del tiempo, el  no haber constituido un Gobierno de coalición PSOE- Ciudadanos en junio de 2019  ha resultado fatal para los segundos pero muy pernicioso para los primeros. El actual enfrentamiento a ultranza con la Oposición a quien  de verdad no conviene es a un Gobierno ya desgastado y con una cuesta arriba hasta el final por delante. Para los que hablan de la importancia de hacer política ha llegado el momento. El próximo otoño puede ser muy tarde. Gobernar nunca trae lo deseado ni siquiera lo esperado. El tiempo parece que sobra al principio pero es un espejismo, en seguida se agota, lo que hoy en España es ya. Nuestros últimos Gobiernos, tanto del PSOE como del PP, estuvieron inmóviles  en los finales de sus respectivas  segundas legislaturas. Ninguno acabó bien. Muchas cosas apuntan a una repetición de esa experiencia.

jueves, 6 de mayo de 2021

Desempleo financiero

Rodrigo Rato 

7 de mayo de 2021 

El modelo capitalista se ha apoyado en muchas palancas, desde su aparición en el siglo XVIII, una de ellas el crédito. Así la banca comenzó un crecimiento  casi sin fin. Con la expansión de los mercados financieros y su globalización  en el siglo XX todo lo relacionado se multiplicó, entre ello el empleo. Bancos y Bolsas atrajeron talento con una mano de obra cada vez más sofisticada y mejor pagada. El crédito y las finanzas han dominado una parte substancial del crecimiento económico de las últimas décadas. El desarrollo tecnológico ayudo a este crecimiento casi continuo. Incluso la tremenda crisis financiera de 2008, la Gran Recesión, produjo grandes pérdidas a Estados y personas, pero el tamaño del sector financiero respecto a la economía real ha llegado a ser seis veces mayor. Sin embargo  en este cambio de década muchas cosas han empezado a cambiar y deprisa. El sector financiero español ha anunciado miles de despidos, no necesariamente ligados a la Covid, sino a un profundo cambio con raíces económicas, regulatorias y tecnológicas.

La Gran Recesión obligó a los Bancos Centrales, a los Estados, a convertirse en impulsores  directos y protagonistas del crédito al por mayor, pero también en la fijación del coste de los intereses  a corto, como un instrumento central de la política macroeconómica independiente de las condiciones económicas reales. Los tipos no sólo están situados por la acción de los Bancos Centrales a niveles históricamente bajos, también a cero o incluso negativos. Así los intermediarios, bancos principalmente, han visto reducirse sus márgenes hasta el punto de necesitar tener que cobrar dinero por la financiación que solicitan a los Bancos Centrales. Prestar es ya un negocio intervenido tanto en China como en la zona euro. Para ello hacen falta menos bancos, que además están regulados para correr riesgos limitados e incluso abandonar los mercados más especulativos, peligrosos pero  muy rentables, con crecientes exigencias regulatorias de más capital.


La tecnología, por su parte, no sólo ha permitido reducir costes y ampliar los servicios, también ha abierto la puerta a la aparición de nuevos competidores en todos los negocios financieros, principalmente por parte  de los gigantes tecnológicos pero no sólo. Nuevas monedas privadas y las cadenas de bloques cambian el negocio de la intermediación de manera radical. La obsolescencia ha llegado a  muchos otros sectores y también a la otra hora todopoderosa banca. Los propios mercados financieros lo dicen con el valor de las cotizaciones. De los 100 valores bursátiles globales más importantes no hay 10 bancos y situados en la cola. Un cambio producido en el último decenio.

Nunca ha habido tanto ahorro ni tanta liquidez privados. Pero no los utilizan los bancos aunque los tengan depositados. La regulación les limita el campo de actuación y crecimiento. La concentración les aleja de muchos clientes pequeños, antes tan rentables, sustituida la liquidez de sus ahorros  por la manguera de los bancos centrales ya no merece la pena cuidarlos como clientes. Ellos a su vez pagan a través de sus teléfonos y sus hijos no pisan un banco. Los reguladores cada vez piden más capital a un negocio cada vez peor. Sin embargo, sectores enteros de la actividad económica no pueden acceder al crédito regulado. Es la ley de la selva. El Estado tiene mecanismos de financiación directa por capas sociales y por actividades declaradas de interés general, que van cambiando. Pero carece de instrumentos para el sector privado atomizado, desde luego en Europa. La concentración del sector bancario es la apuesta de algunos gobiernos ante semejante encrucijada. No sabemos si  funcionará. Tampoco si el relevante papel de los banqueros es cosa del pasado.  Parece que buscan sobrevivir como hacen  otros muchos sectores. Sus posibilidades son tan problemáticas como otras muchas. ¿ Lo saben ya los políticos? Los inversores parece que si son conscientes, como lo son los propios banqueros. Big tema.

jueves, 29 de abril de 2021

Diplomacia de obras públicas

Rodrigo Rato 

30 de abril de 2021  


Las  obras públicas son teóricamente más populares en las dictaduras que en las democracias. No está claro porque, lo atestiguado es que tienen efectos directos sobre la productividad de una economía, siempre y cuando sean racionales. Los llamados «elefantes blancos», inversiones de prestigio pero poco útiles, acumulan deuda sin aumentar el crecimiento. El llamado Plan E en España en 2011 fue un ejemplo de libro. En todo caso estas son, o eran,  cuestiones de sociedades avanzadas donde hay muchas infraestructuras acumuladas. Los países emergentes y, todavía más, los pobres altamente endeudados son muy deficitarios en  elementos esenciales de capital público, como el acceso al agua  o modestas carreteras. La creación de Bancos de Desarrollo a partir de 1945, mundiales y regionales,  fue la respuesta  global solidaria para las nuevas relaciones internacionales. Ellos se convirtieron  en los principales actores en la inversión en infraestructuras y bienes públicos durante  decenios, en los países más débiles económicamente. Hasta que llegó China. Los países desarrollados se comprometieron en aportar el 0,7% de su renta nacional para ayuda al desarrollo, promesa incumplida con honorables excepciones nórdicas europeas. Desarrollo no supone ni mucho menos solo infraestructuras, educación y sanidad representadas lo alto de la lista.

Poco después de salir de la pobreza, en la parte final, del segundo decenio de este siglo, China lanzó su ambiciosa Nueva Ruta de la Seda (Bell-Road Iniciative), al mismo tiempo que constituyó su propio Banco de Desarrollo, llamado precisamente el Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras. Supuestamente más sensible que los países desarrollados compartiendo dificultades de subdesarrollo, compite directamente con el Banco Mundial dirigido desde su creación por un norteamericano. Inversiones  y préstamos sin condiciones, pero hasta ahora sin donaciones, pronto se hizo con una presencia masiva en África, Sudamérica y Asia, acompañada de empresas chinas e incluso mano de obra. Hasta el griego Puerto de Pireo cayó en sus manos, coincidiendo con la quiebra financiera del país miembro del euro. Indudablemente préstamos e inversiones aumentan la influencia política. Aunque los primeros corren el riesgo de resultar impagados con los vaivenes de la economía mundial. En todo caso en 10 años China se ha convertido en un crucial inversor en desarrollo, asegurándose mercados y materias primas.

Su influencia es máxima en Myanmar, Camboya, Venezuela o Bolivia. Incluso Irán se ve atraída ante los embargos occidentales. No es fácil saber cuántos de estos préstamos han resultado fallidos, lo que complica la voluntad de los países occidentales en condonar los suyos, para evitar que sea China quien acabe cobrando. Lo que no cabe duda es que los Imperios son caros y que China quiere tener el suyo. Su ejemplo o su desafío se dejan sentir, desde luego en Asia donde Japón es ya el primer inversor regional en infraestructuras, pasando de ser un odiado expansionista durante la primera parte del siglo XX en la zona, al amable alternativa al nuevo expansionismo  chino del siglo XXI. La India en colaboración con la Unión Europea acaba de anunciar su propia iniciativa en esta dirección. Pero Occidente se mueve con torpor en esta nueva diplomacia, como se está apreciando en el tema de las vacunas Covid 19 para los países menos desarrollados, con China y hasta Rusia llevando la delantera. El riesgo de una explosión incontrolada de la Covid 19 en países en desarrollo, con poblaciones muy considerables, lo que podría alargar en el tiempo  los riesgos globales  de pandemia parece ser difícil de asumir  ahora por Occidente, lo que dice bastante de como están los liderazgos.

Ni la UE ni Estados Unidos pueden hoy igualar el poder de convocatoria entre los dirigentes africanos de Pekín y no solo por las amargas memorias coloniales, que también. Infraestructuras e incluso préstamos han agrandado la influencia de un país que hace poco más de 20 años no podía dar de comer a su población. Una innegable muestra de una asombrosa capacidad, que también se ve en otros ámbitos como la Inteligencia Artificial o las telecomunicaciones. No podemos quejarnos de que nos superen en nuestro propio juego de la competencia económica y tecnológica. Bien es cierto que este increíble ímpetu y capacidad van acompañados de injerencias territoriales en el Mar del Sur de China, que sufren todos sus vecinos, o en las represalias por criticar las violaciones domésticas de los derechos humanos y políticos. Pero sin duda muchos países ricos en materias primas y pobres en todo lo demás no se quejan de la ruptura del monopolio de Occidente en la ayuda al desarrollo. Tampoco se creen ya que China sea uno de los suyos. Pero por una vez tienen donde elegir. En este nuevo ciclo geopolítico  que está comenzando, con serios riesgos de crisis financiera en varios países económicamente débiles,  China tendrá que aprender que los acreedores no cobran siempre, otra verdad del capitalismo. Cuando llegue el tiempo de los impagos veremos  en  que lado de la mesa elige estar. ¿La veremos en el Club de París? No todo lo hecho por las potencias ex coloniales carece de sentido.


viernes, 23 de abril de 2021

Optimismo

Rodrigo Rato 

24 de abril de 2021  


La actual política mundial y también las nacionales buscan plantear horizontes positivos ante una realidad marcada por la Covid 19 que, tanto en términos humanos, sociales y económicos, no sólo ha afectado muy negativamente a los ciudadanos sino que también  deja un reguero de «reyes desnudos». Nada hay peor para un gobernante que transmitir impotencia. Bien es cierto que el «nadie puede hacer nada» resulta  ser una buena escusa, pero de corta duración. Cuando la idea «si tú no puedes que venga otro» se asienta, los dirigentes pierden su atractivo  casi de forma inmediata. Ante ello solo queda el optimismo, como vemos ahora en los gobiernos pero también en los mercados. Sentimiento que puede ser contagioso y hasta necesario a fin de no mirar atrás, sino creer en un futuro mejor e incluso hacerlo posible.

La campaña electoral autonómica de Madrid es un buen ejemplo. Frente a muchos de sus pares en otros gobiernos regionales, Isabel Ayuso hace tiempo que apostó por la iniciativa de la sociedad, tratando de combinar seguridad  sanitaria y actividad  económica de una manera mucho más decidida que otros gobernantes, aquí y en el resto de Europa. El fallo esplendoroso en la distribución de vacunas está impidiendo  a la población  española poder creer en la superación de la pandemia, al menos de momento. El gobierno autonómico de Madrid plantea vivir con ella de la mejor manera posible. Esta vez es la izquierda quien recurre a los mensajes de cautela ante los posibles riesgos, tratando de presentar una realidad sanitaria madrileña mucho más deteriorada que en otros lugares, un esfuerzo que aparece exagerado y que les  lleva a afirmar grandes inexactitudes.

El triunfo electoral del optimismo el 4 de mayo en Madrid sería una muy mala noticia para un Gobierno Nacional conocedor que las dificultades no se acabaran cuando todos  estemos vacunados. Las  heridas de enfermedad y muerte no se cerrarán con la superación de la actual tensión sanitaria. A lo que hay que añadir  una situación socioeconómica con altas tasas de paro y deuda pública. Encrucijada para la que no parece haber respuesta, a juzgar por la reiteración en presentar el mismo Plan de ayudas europeas una y otra vez, siempre con altos niveles de inconcreción. Así el Gobierno Español trata de infundir un optimismo basado en una promesa de abundancia de fondos europeos, mientras los sectores  económicos concretos ven asomar sus respectivos pies por debajo de la manta.

Ayuso por su parte practica dejar hacer, confiando en que cada cual se arregle sus problemas. Irremediablemente unos lo consiguen y otros no. Sánchez no deja hacer, realiza poco por su parte y promete una histórica pedrea de fondos europeos. Nada le puede venir peor que un gran éxito de Ayuso. Lo sabe y actúa en consecuencia,  aunque generando con sus constantes y desmesuradas críticas un cierto rechazo de los madrileños. «Es el optimismo, tonto», que diría Bill Clinton.


Este no es una situación específica española. En Italia han traído al genio benéfico de Mario Draghi para poder confiar en el futuro. Joe Biden riega su economía con dólares para un futuro mejor inmediato. Hasta Boris Jonshon quiere demostrar en la rapidez  relativa de la vacunación las ventajas del Brexit. Se siente que todos los gobernantes reconocen que sus electorados están hartos. Tanto Emmanuel Macron como la Unión Cristiano Democrática alemana no encuentran el camino. Problema distinto, pero no totalmente, en los regímenes totalitarios, donde no hay libertad pero si opinión pública.

Los mercados también buscan ser optimistas y muchos lo consiguen, basados en el activismo público fiscal y monetario. La cobertura de los Bancos Centrales promete liquidez hasta que no haya duda sobre la recuperación, en las economías desarrolladas. En las otras, un ojo está puesto en un valor del dólar que permita atraer inversión hacia sus  monedas. Aquí la laxitud prometida por la Reserva Federal es una bendición para gobernantes e inversores por doquier. China sin embargo ya está subiendo tipos, lo que enseña que toda expansión tiene su fin. Tanto ellos como Estados Unidos necesitan el mercado del otro para superar definitivamente el aciago 2020, lo que podría abonar una cierta distensión geopolítica. Buenas noticias para el eterno tercero en discordia, la Unión Europea. Permitámonos ser optimistas por un tiempo, aunque solo sea para recuperar el animo pero sabiendo que mucho ha cambiado y que la digestión será larga.

jueves, 15 de abril de 2021

La vuelta de los impuestos

Rodrigo Rato 

16 de abril de 2021 


El norteamericano Benjamin Franklin ya nos dijo «que en la vida hay dos cosas seguras, la muerte y los impuestos». George Harrison escribió y canto «Taxman» en 1966, cuando todo era subir los impuestos, en la fase final de la política económica que comenzó en 1945 con el Estado como protagonista de un mundo endeudado y arrasado por la II Guerra Mundial. En 1979 llegaron Margareth Thatcher y Ronald Reagan. «El Estado es el problema», «hay que dejar a la bestia sin alimento» y otros eslóganes que fueron extendiéndose hasta Tony Blair con el Nuevo Laborismo y Bill Clinton con la Tercera Vía. Privatizaciones, desregulaciones y globalización eran las reglas nucleares de las políticas económicas hasta en la China comunista, nunca mejor dicho. El mayor éxito del capitalismo se ha producido en un país comunista.

2021 nos trae el gran cambio desde Estados Unidos. Subir los impuestos. Antes los gastos y las deudas se han disparado allí y en todos sitios. Una cosa lleva inexorablemente a la otra. El dominio de la austeridad impidió el crecimiento de las deudas en la crisis del 2008, a costa de bajo crecimiento y el aumento de las desigualdades. Pero hace más de 10 años que el Estado empezó a intervenir de forma masiva en los mercados, comprando deuda y activos financieros. Un reparto de riqueza cada vez más concentrado en los partícipes en los mercados de capitales.

EE.UU. ha inaugurado un activismo fiscal desconocido en tiempos de paz. Primero con Donald Trump bajando los impuestos, después aumentando el gasto para compensar los efectos económicos de la Covid. Pocas alternativas le quedaban a su sucesor que seguir repartiendo dinero público, incluso muy por encima del daño económico producido por la pandemia. ¡Quien pudiera! pensaran muchos. Inevitablemente los impuestos han pasado al centro de la política económica. Las cuestiones es saber elegir cuáles y cuando. No es tan fácil.

Contrario a lo que sostiene nuestra Agencia Tributaria, la recaudación no depende principalmente de los tipos impositivos ni de la persecución tributaria. De poco sirve subir los impuestos en una economía en caída. Biden lo sabe bien y ha elegido a las grandes empresas globales norteamericanas con ingresos en todo el mundo para sus incrementos impositivos. Ellas han sido las mayores beneficiarias hasta ahora de la competencia entre Estados por ofrecer bajos tipos en el Impuesto de Sociedades. Las protagonistas de la digitalización y el teletrabajo son en gran parte norteamericanas. Así, nada será mejor que un tipo mínimo para las empresas norteamericanas, desde el punto de vista del Estado norteamericano. Los europeos no podrán negarse, llevan años pidiéndolo. Los ingresos gigantescos se producen en las tecnológicas, principalmente norteamericanas o chinas. Serán pues estos Estados los grandes beneficiarios de un pacto en la OCDE sobre impuestos empresariales.

La Administración Norteamericana sabe bien que el mercado doméstico no es donde está el tesoro. Pero no todos los países están en sus circunstancias. Bien es cierto que los consumidores europeos compran muchos productos de las tecnológicas. Esa será la prioridad europea, la llamada “ tasa Google” aprobada pero no aplicada por varios países europeos, temerosos ante las posibles represalias comerciales. Donde la Unión Europea lleva la delantera es con respecto a la imposición medioambiental. Una futura tasa al carbón ya ha llevado a la Administración Biden a oponerse a los planes europeos de aplicarla. “Sería la última solución” ha afirmado John Kerry , encargado por Biden de la política frente al cambio climático. Todo apunta a una importante negociación sobre impuestos empresariales y medioambientales entre los socios atlánticos. Aunque otros actores, sobre todo asiáticos, tienen sus bazas. La globalización ya no es anglosajona, europea y blanca.

La necesidad de reducir el peso de las deudas con los respectivos PIBs exige crecer, aumentado los potenciales de cada economía. Subir los impuestos a los ciudadanos y las empresas domésticas para pagar las deudas de la COVID puede ser contradictorio con la necesaria expansión. Esta contradicción lleva ya a buscar nuevas áreas para recaudar. La mayor parte de ellas globales, ligadas a la tecnología y a la energía. La agenda está servida.

jueves, 8 de abril de 2021

Recuperación sin dinero

Rodrigo Rato 

9 de abril de 2021


Los datos recientemente conocidos del nivel de déficit público español en 2020 alcanzan el 10% de nuestra renta nacional, siendo coincidentes con las cifras conocidas del aumento de deuda pública en el mismo año. En términos históricos ambos se sitúan en récords en época de paz, lo que también le sucede a otros muchos países desarrollados. La esperanza era que 2020 fuera un año único, marcado por la pandemia, pero todo apunta al que al menos en la Unión Europea las cosas seguirán igual hasta mediados de este año, con repetidos cierres y confinamientos en muchos países europeos, incluyendo la mayoría de las Comunidades Autónomas españolas, con la excepción de Madrid. La Ministra de Hacienda resaltaba que esta cifra de déficit público era

menor que la inicialmente prevista, debido a un mejor comportamiento de los ingresos tributarios, al parecer ligado al hecho que los ingresos salariales a través de los llamados Ertes han permitido sostener la recaudación. Estos días conocíamos las previsiones para 2021 de la Agencia tributaría con un aumento del 5% en la recaudación del Impuesto sobre la Renta, que se contrapone con la caída experimentada por el conjunto de los salarios y el aumento del desempleo. Habrá que esperar a las cifras reales, que serán conocidas en el año 2022.


La pregunta clave es ¿cuál será el nivel de crecimiento económico español una vez recuperada la normalidad? Una parte de la apuesta gubernamental está ligada a los prometidos fondos europeos, detenidos de momento por la intervención del Tribunal Constitucional Alemán, en lo que debería solo ser un retraso. Una vez más es necesario reiterar lo imprescindible que supone acompañar a este máximo de 140.000 M €, durante al menos 3 años, con inversión nacional. Esta tendrá que ser en su mayor parte privada, doméstica o extranjera. Hasta ahora, en 2019 antes de la pandemia, ambas sumaron 8.500 M €, una cifra récord pero escasa, representando sensiblemente menos del 10% del PIB. Además una parte relevante de la extranjera se refería a compra de empresas, no a nuevas inversiones. Tampoco debemos olvidar que esta tradicional división entre inversores va perdiendo su sentido en una economía con total libertad movimientos de capitales, como la española, que además es un país euro, la segunda moneda mundial, lo que permite a los españoles actuar en los mercados mundiales con total transparencia y facilidad.


La siguiente pregunta clave debería ser como hacer a nuestra economía más atractiva a la inversión. A su favor tiene nuestra pertenencia al primer bloque económico del mundo, la Unión Europea, donde somos 27 países, y al euro, 19 países. Socios pero competidores para atraer la confianza de los inversores. Poco se puede insistir en la urgente necesidad de crear un mercado de capitales integrado.


Industrias donde España es destacada a nivel mundial como el turismo o los componentes de automóviles atraen inversión. El reciente compromiso de Renault sobre su futura presencia en España indican que sabemos y podemos atraer inversión internacional en sectores altamente avanzados pero también sindicalizados. El turismo por su parte es un viejo conocido con el que nos ha ido muy bien, España es líder mundial lo que no nos sucede en otras áreas. Por desgracia este es uno de los sectores más castigados por la Covid con una caída del 80% de la entrada de turistas, lo que inevitablemente está produciendo una descapitalización. Aquí las nuevas normas regulatorias internacionales han endurecido las condiciones para los préstamos bancarios, a fin de evitar riesgos de rescates públicos a los bancos, lo que abre dos caminos para la recapitalización del sector turístico español: ayudas públicas o capital privado. Las primeras dependerán de la Unión Europea en su vuelta a las normas de control presupuestario, las segundas del atractivo de beneficios en comparación con otros destinos. Parecería lógico que un sector que representa la mayor industria nacional, con fuerte creación de empleo y muy repartido geográficamente atrajese la máxima atención política. Sorprendentemente no es así, incluso se oyen voces oficiales que plantean la hora de su substitución como no por nuevas actividades ligadas al cambio climático. Un exponente máximo del debate irreal con la utilización de eslóganes de moda, para encubrir el vacío


La realidad es que si España no puede atraer capital privado para actividades que se han demostrado rentables durante décadas, sin duda con las transformaciones tecnológicas necesarias, nuestro potencial de crecimiento no recuperara los niveles de 2019 en varios años, lo que es equivalente a los de empleo y prosperidad. No hay precedente en el mundo de economías que dejen de ser atractivas en sus actividades principales para pasar a serlo de inmediato en otras nuevas y hasta ahora inexistentes. La excelente noticia de la confianza de la multinacional francesa Renault ofrece un ejemplo español a seguir, en relaciones laborales, tecnología, regulaciones de todo tipo y del funcionamiento administrativo. ¿Por qué el debate político ignora la urgencia de la situación presente? Lo que no puede estar muy lejos de la fragmentación creciente del voto. Una búsqueda incesante por parte de los votantes de planteamientos acordes con lo que perciben.

«A las cosas!!», pedía Ortega hace casi 100 años. No puede ser más actual. Será en las cosas donde los inversores fijaran su atención para devolvernos la prosperidad perdida, Sin ellos hemos entrado en un deslizamiento hacia atrás.

jueves, 25 de marzo de 2021

Desestabilizaciones territoriales

 Rodrigo Rato 

26 de marzo de 2021  



Las Comunidades Autónomas españolas llevan  en vigor  en su conjunto casi 40 años. Independientemente de otras consideraciones sobre sus efectos en la unidad de mercado, el exceso regulatorio o la quiebra de una educación igual en toda España, las CCAA han sido fuente de estabilidad política, con Gobiernos que se han mantenido durante decenios, con mayorías socialistas hasta 1995 y del Partido Popular después. Los territorios con partidos nacionalistas o regionalistas fuertes han sido todavía más estables, sobre todo el País Vasco pero también aunque en menor medida Navarra y Cantabria. Cataluña fue extraordinariamente estable con Convergencia i Unió, para entrar en un proceso contrario a partir de la inclusión de la independencia entre las prioridades políticas, que ha acabado por convertirse en el eje de su debate político, lo que al parecer se va a reproducir con el nuevo Gobierno.

El reciente y creciente fraccionamiento de los mapas políticos regionales hace difícil la existencia de Gobiernos apoyados por un solo partido, con la excepción del caso del PP en Galicia. En las últimas semanas se ha acelerado un proceso de intentos de cambio de gobiernos en tres CCAA a través de mociones de censura. Los tres han fracasado pero han producido un precedente de inestabilidad con graves consecuencias. Pese a los designios soberanistas, las CCAA españolas como sus parientes federales en otros países, están centradas en la gestión más que en planteamientos ideológicos. Razón que explica, entre otras cosas, la estabilidad  de los Gobiernos a lo largo de varios periodos a la que me he referido antes. Continuidad en el tiempo ligada a una suficiente satisfacción de los votantes con el status quo. Algo equivalente sucede en los países federales. Estabilidad y eficacia de la descentralización política frente al centralismo.

La ultra politización de la vida regional y también de la local desplazaría la atención en la gestión hacia cuestiones ideológicas e identitarias. La colaboración del Gobierno de la Nación en estas operaciones puede resultar en aún mayor inestabilidad a nivel nacional. La duración de los Gobiernos no es un bien en sí mismo, dependerá sobre todo de lo que realicen con ella. La existencia de controles parlamentarios y libertad de expresión son ya en sí mismos garantía de control, como la independencia judicial y de los órganos de control de la propia Administración. El intento de establecer cambios políticos estructurales, constitucionales, a través de las CCAA ya sean lingüísticos o soberanistas anulará la atención en la gestión, en resolver los problemas de los ciudadanos para centrarse en construcciones nacionales. Ningún Estado Federal consiente tales desviaciones, tanto legalmente como por las respectivas opiniones públicas. En España sí se hace bajo el axioma de que “se puede defender todo en todos sitios”. Nada menos federal.

Los intentos de cambio de mayorías por pactos en mitad de legislaturas, lo que se denomina coloquialmente “mercadeo”, extiende la politización de la política regional más allá de los temas independentistas a regiones como Madrid, Castilla y León o Murcia. No es una buena noticia y va en la dirección contraria a lo deseable. No hay nada poco democrático en la utilidad práctica de los Gobiernos. Es más, resulta ser el principal atractivo de acercar la capacidad de decidir al ciudadano. Con la promulgación de más de 8.000 normas anuales, las CCAA suponen un riesgo serio de excesiva burocracia y reglas aplicables a mercados diminutos.  Por ello está más que cumplida la hora de dotar al Senado de capacidades normativas suficientes para legislar en temas autonómicos. Algo que sin duda no satisfará a los partidos independentistas, pero en todo caso sus ciudadanos y sus intereses económicos, comerciales, pero también sociales y sanitarios, entre otros, se proyectan mucho más allá de cada territorio autonómico, por lo que la existencia de reglas comunes es beneficiosa para todos.

Desde 1978 el las grandes crisis de nuestro sistema político han estado ligadas a planteamientos independentistas: ETA y el «procés». Ambos serios intentos de violentar nuestra Constitución, el primero además utilizando el terrorismo y el segundo un golpe de Estado desde un Gobierno autonómico. La respuesta de los sucesivos Gobiernos en ambos casos ha sido la aplicación de la ley. Sorprendentemente las respuestas políticas se han dejado a la iniciativa de las fuerzas separatistas. No podemos seguir así.

Ha habido varias ocasiones perdidas para acordar la instauración de un verdadero Estado Federal. Pero nunca es tarde. La alternancia de dos grandes partidos nacionales también en la mayoría de las CCAA, con dos excepciones nacionalistas, funcionó. Ahora que al parecer “ la nueva política” ha entrado en crisis parcial quizás sería una segunda oportunidad de definir el papel político de las CCAA dentro de un Estado verdaderamente federal, dejando claramente las cuestiones más políticas para ese nivel, tanto si les gusta a los independentistas como si no. En ningún país democrático se puede discutir todo en todos sitios, por algo será. Fomentar la estabilidad y la utilidad de nuestros Gobiernos Autonómicos debe formar parte de esa respuesta política.

miércoles, 24 de marzo de 2021

Nota de prensa Rodrigo Rato

Rodrigo Rato 

24 de marzo de 2021 


La Fiscalía Anticorrupción publicó ayer una nota de prensa sobre su escrito de acusación en la causa que se sigue contra mi en el Juzgado 31. 

Hay varias consideraciones que me gustaría hacer:

En primer lugar, resulta increíble que una institución pública de la Justicia española utilice estos modos para atacar y dañar la imagen y el honor de una persona.

Antes de dar a conocer el escrito de acusación y por lo tanto darme capacidad de defensa, la Fiscalía Anticorrupción divulga sus argumentos en una nota de prensa, algo especialmente excluido en un procedimiento sumario.

En su discurso con motivo del año judicial de 2020, la Fiscal General hizo alusión a un inminente Código de Buenas Prácticas que espero contenga reglas respecto a la divulgación selectiva y filtración interesada. Divulgar notas de prensa en lugar de la totalidad de los escritos no protege ningún bien público ni derechos, sino todo lo contrario.

En cuanto al fondo de la acusación de la Fiscalía, según su propia publicidad, recoge principalmente hechos y supuestos delitos que no han sido objeto de la instrucción, yendo contra el propio criterio del instructor, único director del proceso, que ya ha decidido qué hechos habrían quedado indiciariamente acreditados en una instrucción que ha contado con 12 millones de documentos requisados, 6 años de duración y 16 informes de la Onif, con dos prórrogas de 36 meses, solicitadas por la fiscal, durante las cuales no se practicó ninguna nueva diligencia.

Más aún, algunos de estos hechos y delitos han sido expresamente descartados por el Instructor, que a lo largo de estos años ha calificado por tres veces las propuestas de la Fiscal de investigación prospectiva, actividad prohibida por ley pero sorprendentemente no definida penalmente.

En esta causa, como puse de manifiesto ante el instructor en febrero de 2021, además se ha llevado a cabo una investigación prospectiva, paralela y secreta, denominada Operación Tajuña, a espaldas de la defensa, durante años, por parte de la fiscal, la UCO, el Seplac y al menos un miembro de la Onif, a la sazón auxilio judicial en la causa.

No debería ser este el momento procesal para plantear una nueva causa, ante la endeblez de la efectivamente realizada, amparándose en la impunidad del papel institucional que nuestro ordenamiento jurídico otorga a los Fiscales.

Ante la omnipotencia e impunidad constante de determinadas instituciones de nuestro sistema de Justicia, no puedo sino sentirme completamente indefenso. 

Reiteró mi inocencia de los delitos que se me atribuyen, retirando los argumentos y pruebas que durante 6 años he planteado.
 
Me remito a mi escrito de defensa que presentaré ante el Juez en su fecha.

jueves, 18 de marzo de 2021

¿Guerra fría, qué guerra fría?

Rodrigo Rato 
19 de marzo de 2021 

                                                                                                                             

Desde 1948 hasta 1989 el mundo fue un campo de batalla, más o menos cruento, entre dos imperios pero también dos modelos políticos y económicos opuestos: el soviético y el norteamericano. Casi todos los países tenían relaciones diplomáticas con ambos, pero una gran cantidad estaban alienados en la confrontación por alianzas militares y de seguridad. No cabían demasiados juegos a dos manos. Las cuestiones económicas eran secundarias a las ideológicas, con el firme convencimiento del bando norteamericano, Occidente, que la libertades políticas y económicas acabarían haciendo a los ciudadanos del otro bando a obligar a sus Gobiernos a cambiar. Los ciudadanos que podían abrumadoramente huían a los países occidentales. Prácticamente ninguno lo hizo en sentido contrario. En cierto sentido desde 1978, a la muerte de Mao Ze Dong, China aunque el mayor país comunista buscaba la prosperidad capitalista. “Da igual que el gato sea blanco o negro, lo importante es que cace ratones” fue la frase de Deng Xio Ping anunciando el más intenso cambio económico en la Historia.


La desaparición de la Unión Soviética tuvo entre otras consecuencias una consolidación del comercio mundial, la globalización, de la que China ha resultado ser la gran beneficiaria con más de 20 años creciendo al 10% anual acumulado. Con la antigua Guerra Fría está Globalización hubiera sido imposible. China dio al resto del mundo, primero mano de obra barata, luego ahorro casi ilimitado, y ahora millones de consumidores prósperos. Pero es y quiere seguir siendo un país totalitario, con un Partido Comunista omnímodo y un Estado que impone sus reglas en la política internacional, con graves ataques cibernéticos a otros muchos países. En la campaña electoral de Norteamérica de 2012, el candidato republicano Mitt Romei, identificó a Rusia como el adversario principal de Estados Unidos. En 2021 Republicanos y Demócratas solo coinciden en una cosa: que China es su adversario.


Banqueros, industriales, compañías tecnológicas, de consumo, fabricantes de coches, agricultores y ganaderos norteamericanos, todos y más, comercian con China y quieren aumentar sus compras y ventas. El déficit comercial norteamericano con China aumentó bajo Donald Trump, quien le impuso severas sanciones comerciales. El Estado chino tiene más de 1 billón de dólares de deuda de EEUU. Pero no solo ellos China es el principal socio comercial de casi todos los países del mundo, que buscan atraer a sus inversores o a sus turistas y consumidores. 300.000 jóvenes chinos estudian en Universidades norteamericanas. Si hay guerra es distinta esta vez. Para empezar la economía mundial, desde luego la europea y la norteamericana, pero también la Latinoamericana, la del Sudeste Asiático, la australiana o la canadiense, no podrían resistir el hundimiento chino, y la mayor economía mundial en paridad de poder de compra. Todo ello sin estado de derecho, ni convertibilidad de su moneda. Tampoco ellos absorberían con facilidad la crisis de los demás, es más, en 1998 y en 2008 fueron imprescindibles en el sostenimiento de la economía mundial. En 2021 su gran economía será una de las dos locomotoras del crecimiento mundial, la otra EEUU.


Es difícil encontrar en la historia un ejemplo de tanta interdependencia y creciente enfrentamiento. Desde luego China quiere ser una potencia militar, ya lo es en términos regionales. Ningún país asiático puede competir militarmente con ella, lo que entre otras cosas está generando algo que había desaparecido con la anterior Guerra Fría, una carrera de armamentos, circunscrita a Asía pero innegable, en la que la nueva Administración norteamericana se ha comprometido seriamente. Desde hace más de 10 años el Gobierno chino ha aumentado sus préstamos a otros países, con una cartera mayor que el Banco Mundial, y de la Nueva Ruta de la Seda financiando infraestructuras en todos los continentes. Venezuela pero también Pakistán o Myanmar, Etiopía tienen grandes deudas con ellos. En muchos sentidos China no es un país expansionista pero tiene mentalidad y anhelos imperiales, probablemente inevitables dado el tamaño de sus intereses. Sus prácticas de ataques cibernéticos pueden acabar con un único sistema de internet como hoy lo cocemos, su poco respeto a la propiedad intelectual es la mayor amenaza al comercio mundial en una economía cada vez con más inversión intangible.


La nueva guerra fría afecta de lleno a la globalización basada en la interdependencia y la búsqueda de eficiencia, para buscar independencia y autosuficiencia, sobre todo en los avances tecnológicos: 5G, semiconductores, Inteligencia Artificial, biogenética, donde las consideraciones de seguridad nacional son ahora prioritarias. Una guerra pero compartiendo consumidores, inversores y turistas es quizás más un mundo anterior a 1914.

sábado, 13 de marzo de 2021

Dilaciones europeas

Rodrigo Rato 
12 de marzo de 2021   

La llegada de Mario Draghi al Consejo de la Unión Europea, como Primer Ministro de Italia, ha puesto sobre el tapete la tensión que varias naciones y desde luego sus poblaciones tienen sobre el desarrollo de la vacunación frente a la COVID 19, con Reino Unido vacunando casi el 40% de su población, Estados Unidos casi el 30% frente al 10% de la UE. Al contrario a la habitual actitud de «no meneallo», el italiano expuso quejas respecto a la gestión europea que hasta su compatriota Salvini respaldó , de vuelta a casa congeló el envío desde Italia de vacunas a Australia. Esta anécdota es una categoría . Los europeos tienen motivos para sentirse insatisfechos ante una situación en las que les va peor que a los demás . Se trata de decirlo y no ser acusados de “malos” europeos. La categoría es que la UE resulta habitualmente, y para casi todo, lenta. Unos dirán que mover a 27 países es complicado, y tienen razón , otros que la burocracia de Bruselas vive aislada y feliz, y también la tienen.

La llegada del mundo post pandemia depende en primer lugar de las vacunas, de su presencia física. Los Estados nacionales tienen capacidad para aplicársela a los ciudadanos, como hacen con tantas otras. Pero hay más cosas. Los estímulos, el crecimiento y el futuro. La UE actuó decisivamente en 2020 sobre todo en demostrar que no iba a cometer los mismos errores de la crisis anterior, mezclar crisis con austeridad como Estados Unidos… pero en 1929. Sin embargo la aplicación del llamado Plan de Recuperación y Resiliencia tardará en empezar 12 meses como poco, hasta el verano de 2021. Mientras tanto cada país está haciendo lo que puede. En todo caso menos que sus principales competidores China y EEUU, que en 2021 o antes recuperarán los niveles económicos de 2019. En temas de pérdidas de empleo y riqueza los retrasos pueden convertir lo coyuntural en crónico . La propia Italia es un buen ejemplo. 

Pero la economía mundial de 2021 no es la de 2020. Pese a los extraordinarios compromisos de mantener los intereses cercanos a cero, por parte de los principales Bancos Centrales de los países desarrollados, los tipos están subiendo, más de 50 puntos básicos en EEUU y casi 30 en Alemania. Las curvas se han desplazado hacia arriba y aumentado su pendiente, lo cual indica una previsión de crecimiento futuro. En si es una buena noticia que nos indica más altos tipos en el futuro que en el presente, según los fundamentos económicos van pesando más en las expectativas que las masivas inyecciones de liquidez. Los Bancos Centrales según esta teoría cambiarán en dos años sus políticas ante un mayor dinamismo y una mayor inflación, ya que no solo las curvas de tipos sino también los precios de muchas materias primas están subiendo. Este escenario no es el mejor para el aumento de las deudas, alentadas por los propios Bancos Centrales, aunque es el más positivo para el futuro de la economía mundial: más crecimiento y empleo, con precios más altos. 

La base teórica en la sostenibilidad de las actuales políticas macroeconómicas, para muchos no solo el final de la austeridad sino del neoliberalismo que nació en 1980, radica en unos tipos de interés inferiores al ritmo de crecimiento. Así el peso de una mayor deuda puede ser sostenible. Llevamos años viviéndolo, con una caída de casi 4 puntos del PIB, desde 1998, en el montante de intereses que pagan los países desarrollados, aunque el montante nominal de la deuda ha aumentado. Ahora la cuestión es si la caída secular de los intereses durante 30 años ha llegado a su fin. Nada muy llamativo habida cuenta que muchos son negativos, casi 15 billones a nivel mundial en los últimos años. Este cambio de tendencia coincidiría con los mayores niveles de deuda de los Estados desde 1945. Una de las grandes contradicciones de la actual situación.

El otro elemento de la sostenibilidad radica en el ritmo de crecimiento. Tanto China como Estados Unidos, que representan el 45% de la economía mundial, están apostando decididamente en acelerar sus tasas de crecimiento. El Congreso del Partido Comunista chino lo acaba de cifrar como objetivo en los próximos años el 6%. EEUU puede crecer a esa cifra en 2021. La UE va más despacio, pero la influencia de la curva de tipos norteamericana está empujando hacia arriba su equivalente en euros. Lo que no es la mejor noticia para una economía euro todavía lastrada por la pandemia. La UE querrá beneficiarse del doble tirón chino- norteamericano vendiéndoles más. El consumidor norteamericano tiene 1.5 billones de dólares en exceso de ahorro, ¡Menudo tesoro! Ellos a su vez no quieren monedas fuertes para reducir esas exportaciones. Mientras el Mercado Único no acaba de cumplir sus objetivos. La zona euro era hasta 2019 una de bajo crecimiento relativo y fuerte exportación, pero ahora con decenas de puntos de PIB en más deuda el modelo tiene más contradicciones. La habitual lentitud europea no es ahora lo más conveniente. Bienvenida sea la impaciencia del señor Draghi. ¡A ver si resulta contagiosa! 

miércoles, 3 de marzo de 2021

Senderos españoles

 Rodrigo Rato 

5 de marzo de 2021 


Transcurridos holgados los primeros 12 meses del nuevo Gobierno social comunista en España, con apoyos parlamentarios de independentistas vascos y catalanes, las perspectivas electorales son relativamente estables, hasta mayo 2023 cuando se celebren elecciones autonómicas y municipales. Estabilidad indudablemente no exenta de riesgos dado el largo número de partidos que componen la necesaria mayoría parlamentaria, las diferencias de programas dentro incluso del Gobierno, los temas tan difíciles que se podrían plantear, como un referéndum sobre la independencia de Cataluña, que al margen de sus implicaciones legales tendría unas innegables consecuencias políticas para toda España. En estos 14 meses se han celebrado tres elecciones autonómicas que han dado resultados continuistas para los correspondientes Gobiernos. Todas ellas con participaciones menguadas, que podrían estar ligadas a la pandemia pero también a un creciente escepticismo del electorado. Parece que el previsible desgaste de los gobernantes durante un año de restricciones sociales y pandemia no se ha materializado. Antes al contrario han resultado las oposiciones las perdedoras tanto en Galicia, en el País Vasco como en Cataluña. 

En esta última se ha producido un notable cambio en el partido más votado, a favor del Partido Socialista de Cataluña desde Ciudadanos, ganador hace 3 años. Esta vez han sido los primeros los triunfadores al ser capaces de mantener sus votos frente a una caída generalizada para los demás respecto a diciembre 2017. Sin embargo parece más que posible la designación parlamentaria de otro Gobierno exclusivamente independentista, radical tanto política como socialmente. Así a diferencia de Galicia y el País Vasco donde la continuidad supone estabilidad con Gobiernos orientados hacia la gestión, en Cataluña se mantendrá un alto grado de tensión hacia dentro y hacia fuera, acompañado de un acelerado deterioro económico, lo que dada las dependencias parlamentarias del Gobierno Central se puede trasladar al conjunto de España. 

Hasta ahora la gestión de la pandemia y sus consecuencias humanas, sociales y económicas sitúan a España a la cola de los países desarrollados , sin que el Gobierno de Pedro Sánchez parezca resentirse en expectativas de voto, tampoco desde luego crecer. Este impasse sí parece afectar al primer partido de la oposición, el Partido Popular, frenado a su derecha y a su izquierda, al que los más que previsibles resultados de Cataluña parecen haber cogido por sorpresa. Además el cruce de la barrera de 4 millones de parados, con casi un millón más en ERTE, no está todavía produciendo el habitual desgaste a quien gobierna , como si sucedió en 1996,2011 y 2016. Es cierto por desgracia , que la evolución económica española está llena de riesgos, el mayor quedarnos rezagados en la recuperación con respecto a la zona euro, a su vez retrasada con respecto a otras economías. En cierto sentido el deterioro catalán puede extenderse al conjunto, con un Parlamento Nacional incapaz de promover las reformas que generen crecimiento, lo que resultaría en unos “ deterioros permanentes” como ha puesto de relieve recientemente el Gobernador del Banco de España. 

Además la apatía política del electorado puede indicar una pérdida de expectativas muy negativa para promover la inversión y el empleo. La distintas mayorías parlamentarias interpretarían equivocadamente este continuismo como aquiescencia que les lleve a proseguir en la inacción con los grandes asuntos: empleo, inversión, educación, seguridad juridica. Como ejemplos, la continua reducción de la productividad del sector público, cada vez mejor pagado respecto al privado y trabajando menos, que contrasta con el constante aumento de productividad en el sector privado. O la presión en la búsqueda de ingresos fiscales provenientes de una actividad empresarial inmersa en una histórica crisis de demanda . La confianza mesiánica en los fondos de Reconstrucción Europeos contrasta con la ausencia de concreción en la mecánica de su utilización. No resulta aventurado presagiar una combinación de apatía política y de desconfianza económica que se retroalimentarían peligrosamente. La ruptura de ese bloqueo en una democracia acrecienta las posibilidades del crecimiento de fuerzas radicales y populistas. Todo ello muy alejado del centrismo y la moderación que han dado tan buenos resultados en los últimos decenios a la sociedad española. 

jueves, 25 de febrero de 2021

Historia de dos ciudades

Rodrigo Rato 
26 de febrero de 2021   


Febrero de 2021 se cierra con el firme compromiso del nuevo Gobierno norteamericano de “ ir a lo grande”(“ act big”) declarado por su flamante Secretaria del Tesoro Janet Yelen, la primera mujer en serlo después de haberlo sido antes Presidente de la Reserva Federal, todo ello como colofón de una impresionante carrera académica. La mejor de los whaps, no se puede pedir más. Pero nada asegura el éxito. Yelen apunta a movilizar hasta el 30% de la renta nacional, incluido lo realizado por su antecesor, de la mayor economía que ha habido en el mundo. Súmenle un 9% de apoyos monetarios desde la FED. Decisiones que entierra 30 años de confianza única en el sector privado para generar crecimiento, que comenzó en 1980 después de los fracaso de una década de inflación y bajo crecimiento. La economía mundial es desde luego bien distinta hoy que hace 40 años, durante los cuales entre otras cosas los bonos soberanos subían de precio ininterrumpidamente mientras bajaban constantemente los intereses. ¿ Será esta apuesta por la omnipotencia del gasto público el comienzo de una nueva era? Aunque solo sea por el saldo creciente de deudas, si lo es. El déficit público de Madame Yelen en su primer año de gobierno rondará el 14% de la renta nacional. Big de verdad.

Casi en los mismos días, a varios miles de kilómetros hacia el este, otro septuagenario ex banquero central y también privado, alto funcionario de finanzas, aceptaba las riendas de la tercera economía del euro, Italia. Mario Draghi ya había marcado la historia de la política económica europea prometiendo “ hacer lo que hiciera falta para salvar el euro y, créanme , será suficiente” en julio de 2012. Con esa frase y lo que vino después Draghi movilizó el balance del Banco Central Europeo para acabar con la crisis de deuda soberana , que la austeridad impuesta por Alemania había agravado. Desde su despacho de Frankfurt demostró que se podía hacer algo diferente y efectivo. No muy distinto de lo que el antecesor de Janet Yelen en la FED había puesto en marcha como respuesta a la Gran Recesión de 2008.

El nuevo Primer Ministro italiano ha centrado su programa en la búsqueda de una sociedad más justa y mejor, cambiando su sistema tributario para que salarios e ahorro paguen menos, aumentar la inversión, mejorar la educación y modernizar el Estado. Un programa de confianza en el sector privado que busca aumentar el crecimiento italiano, que hoy por hoy produce per capital lo mismo que en 1998. Dos ciudades, Washington y Roma, buscando un nuevo camino para sus economías después de la COVID, pero también para superar las frustraciones y divisiones sociales generadas por la anterior crisis. Norteamérica busca en la contratación privada volver al pleno empleo, pero ahora con 15$ la hora de salario mínimo, sin deudas de los universitarios y con una economía verde. Roma cree que de la flexibilidad y la eficiencia vendrá un crecimiento inclusivo que elude a Italia desde hace más 2 decenios.

Hace años habríamos destacado la diferencia en la estabilidad política entre una y otra. Pero en 2021 las dudas sobre el sistema político norteamericano son una realidad. Por su parte Draghi tiene detrás de sí a todos los partidos políticos. Nadie sabe por cuánto tiempo. Solo por el tamaño lo que haga Yelen nos repercutirá a todos. Una economía norteamericana gastona, aún con un dólar débil, es la locomotora que todo el mundo espera. Además ahora, a diferencia de antes, no será necesario el ahorro chino para financiarla, la FED lo comprara todo. Así los dólares recién impresos inundarán el mundo. Italia no pretende tirar de los demás países euro, al contrario busca venderles más e incluso quitarles exportaciones. Es bien distinto, pero representa el más serio intento de reparar una creciente y amenazadora división de la zona euro, entre el norte y el sur. Muy importante también, no solo para Europa.

No todo puede salir bien. Roma puede devorar a Draghi como antes lo hizo con Monti, Ciampi, Dini, todos ellos ilustres tecnócratas del Banco de Italia. El respaldo de la Unión Europea es máximo en el año que Alemania eligirá un nuevo Canciller, el próximo septiembre. Para entonces el riesgo de una salida a varias velocidades de la COVID puede dominar el debate europeo, sobre todo en la zona euro. En 2021 los distintos márgenes de gasto público entre países se están manifestando con manera rotunda. En EEUU varios insignes economistas de centro izquierda avisan de un exceso de impulsos que amenaza con acabar en un recalentamiento, con la amenaza de una subida de tipos que aborte la recuperación. Roma y Washington plantean en estos principios de 2021 planteamientos ambiciosos, incluso novedosos, no ya solo para superar las consecuencias de la COVID sino las políticas macroeconómicas a ambos lados del Atlántico. Sus consecuencias serán trascendentales. Buena suerte. 

domingo, 21 de febrero de 2021

Palancas y presiones

Rodrigo Rato 
19 de febrero de 2021   

Tucídides nos contempla desde más de 2500 años recordándonos no solo los riesgos de enfrentamiento entre el poder declinante y el emergente, sino  que la guerra se produce por” el miedo, el honor o la ventaja”.  La reciente visita del Alto Representante de la Unión Europea, Josep Borrell, a Moscú ha realzado la importancia de la tercera causa, la ventaja. Poca o ninguna tenía la UE al visitar Moscú a los pocos días del nuevo encarcelamiento del opositor Navalny, en un acto inadmisible para Occidente. Todavía peor, el sr Borrell mezcló el tema de las vacunas en su intervención pública junto al Ministro de Exteriores ruso, Sergey Lavrov , reforzando la impresión de quien tenía la  ventaja. Circunstancias parecidas acompañaron las tensiones entre Donald Trump y Xi Jingpin los últimos dos años, salvo cuando el Presidente  norteamericano amenazaba a una empresa china concreta con impedirle el acceso al mercado del dólar. Difícil de compaginar la seguridad jurídica de los inversores  con la Razón de Estado en una democracia liberal.

La interacción económica era la esperanza de ir suavizando el totalitarismo con el libre comercio, sobre todo en China. Pero 2020 ha decepcionado mucho en este aspecto. Mientras que tanto EEUU como la UE firmaban ambiciosos pactos comerciales con China, sus autoridades endurecían las libertades en Honk-Kong, Sinkiang  y presionaban militarmente a Taiwán. Rusia por su lado nunca ha pretendido ser  en economía más que un exportador de materias primas, vecino de una Europa sedienta de gas. La ventaja militar Europea no existe, con sólo un país con armamento nuclear y capacidad de intervención fuera de sus fronteras, Francia. Era y sigue siendo el paraguas norteamericano la verdadera ventaja, pero no es propiedad de los europeos. 

Tanto los mercados europeos como los norteamericanos son imprescindibles para cualquier economía del Mundo, pero no está claro que esto sea una ventaja  sino  más bien una mutua dependencia. En la Guerra Fría los mercados estaban prácticamente cerrados a los adversarios, solo había la presión militar. Después  Occidente ha ido  librando guerras foráneas, como Afganistán o Siria, con resultados desalentadores. China en realidad no mantiene conflictos militares, salvo en su frontera con la India, aunque nadie duda de su creciente capacidad militar y ,lo que es tan importante, su voluntad de  recurrir a ella. También ha demostrado una capacidad totalitaria de utilizar el comercio  como presión. Rusia  por su  parte parece especializada en intervenciones militares semi encubiertas como en el Este de Ucrania, Siria o Libia, demostrando una eficacia sorprendente. 

Estados Unidos y sus Aliados tienen importantes estructuras comunes  de defensa desde hace mucho tiempo, pero ni los resultados ni la voluntad están en alza. Se le puede echar la culpa a Donald Trump de haber enfriado las relaciones con Europa y Asía. Cierto o no, la realidad es que todos los países involucrados albergan grandes dudas sobre el grado de compromiso en una situación extrema de los demás aliados. Siendo el caso turco un tema a parte, y malo, que tanto en Libia como en Azerbaiyán  está más cercano a los rusos. Las supuestas ventajas norteamericanas y europeas han disminuido a todas luces respecto al único país islámico miembro de la Alianza Atlántica. 

Después de más de dos decenios de predominio de la economía la geopolítica ha vuelto, con su feo aspecto de que la fuerza es lo que predomina. La debilidad de Occidente es palpable cada vez que sabemos de un ataque cibernético, ora ruso ora chino. Tanto europeos como norteamericanos no creen que nadie les vaya a atacar militarmente, calculando  además que  son demasiado ricos para estropear las relaciones. Los europeos tienen alianzas militares, los norteamericanos fuerza.  ¿ Son estás suposiciones sostenibles? China desde luego no es un riesgo militar creíble  para cualquier de ellos, con los equilibrios actuales. Rusia parece más interesada en sus vecinos limítrofes. Pero ambos utilizan  con resultados la fuerza  cuando les conviene. EEUU lo hacía pero con fallos crecientes. Los  europeos se despidieron de esas tácticas en sus últimas guerras coloniales, en los distantes 1960. No es la primera vez en la historia en que las sociedades prósperas creen erróneamente tener una ventaja. Cuando llegue el momento se verá. Entonces quizás sean el miedo o el honor los desencadenantes de conflictos que los equilibrios de las respectivas ventajas no son capaces de evitar. 

viernes, 12 de febrero de 2021

Unas cosas pasan, también otras

Rodrigo Rato  

12 de febrero de 2021   




Desde 2009 la política monetaria está experimentando grandes e históricos cambios, al mismo tiempo que se adentra en terrenos desconocidos y hasta casi contrarios a sus mandatos legales. Desde los 1990 sólo el Banco de Japón había intervenido comprando deuda pública sin haber conseguido salir de la deflación. La adopción en 2009 por parte de la Reserva Federal de compras de deuda, primero pública y después también privada, le dio a estas políticas la respectabilidad de lo inevitable. En 2014 el Banco Central Europeo avanzó por los mismos derroteros, por los que con peculiaridades todos los bancos centrales de los países desarrollados están transitando. Compra masiva de deuda, de acciones, control de la curva de tipos, introducción de tipos de Intervención negativos para la liquidez que dan a los bancos. Así los mercados financieros han dejado de responder exclusivamente a las reglas de oferta y demanda basadas en fundamentales económicos. Buen ejemplo de ello es el tipo de interés de las deudas euro totalmente alejadas de la realidad o que el 30% de la deuda mundial con grado de inversión tiene ahora tipos negativos. 


La Covid ha llevado a incrementar estas políticas, que así llevan ya más de 10 años en EEUU y en Japón, a lo que se ha sumado grandes paquetes de estímulos fiscales orientados a compensar la caída de la actividad. Las realidades son distintas en cada país con EEUU a la cabeza, superando en 6 veces los estímulos de Obama en 2009. La inmensa liquidez generada por las combinaciones expansivas fiscales y monetarias también han llegado a muchas materias primas con sus precios subiendo desde hace meses, a las curvas de tipos de interés desplazándose al alza, a las perspectivas de inflación, las más altas en la zona euro en 5 años. Pero también a nuevos movimientos especulativos sobre acciones, cripto monedas y activos refugio. Las expectativas sobre monedas nacionales sobrecargadas de deuda pública, cuyo respaldo es la confianza, se erosiona. Históricamente los Estados han pagado sus excesos de deuda con inflación y depreciación de las monedas. ¿Por que tendría de ser distinto esta vez?


La tecnología también juega un papel en la creación de liquidez al permitir la aparición de mercados para todo tipo de productos con solo acceder a la red. Especulación y riesgos de sobrecalentamiento que se manifiestan de manera acelerada, con unos reguladores públicos sobrepasados. Los pequeños inversores norteamericanos derrotan a los especuladores institucionales apostando contra ellos respecto a unas determinadas acciones, con independencia de su valor fundamental. No es fácil ya saber si la FED subirá tipos con inflaciones del 2,5%, del 3% o de más. Máxime cuando con un nivel de deuda pública norteamericana en récords incrementar su coste sería recesivo, inasumible para un Presidente Biden con poco tiempo para dar resultados. Más de 100 economistas europeos le piden al BCE que condone la deuda de sus Estados, haciendo realidad el temor atávico de los países del Norte: pagar de su bolsillo las deudas de un Sur indisciplinado. No parece que los firmantes de ese documento piensen en hacer más fácil la Union Fiscal en la zona euro. Varios candidatos a las próximas elecciones catalanas plantean la condonación de la deuda. Pronto lo veremos en los debates de la Carrera de San Jerónimo con repercusión en la credibilidad financiera española.  


Es cierto que nuevas condiciones demográficas y tecnológicas llevan tiempo reduciendo los riesgos inflacionistas. Viejas relaciones entre empleo y precios pueden haber cambiado. Las compras de activos por los bancos centrales desde 2009 no generaron presiones de precios. Sin embargo el fin de la relativa austeridad fiscal para luchar contra la Covid ha multiplicado los estímulos, lo que es necesario pero puede tener consecuencias. La suspensión temporal de las ortodoxias monetarias, financieras y fiscales ha sido una necesidad y un reconocimiento de la prioridad del proteger a los ciudadanos. Lo que no excluye que avanzamos en territorios desconocidos, donde la vuelta a equilibrios se hará necesaria. Vivimos tiempos extraordinarios que exigen medidas extraordinarias por definición insostenibles en el tiempo. Aceptar que el futuro de las políticas macroeconómicas será distinto es necesario pero también genera desconfianzas. Excesiva liquidez y reducción de la confianza es el mejor caldo de cultivo para lo incontrolable. Habrá un antes y un después macroeconómico a 2020.