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martes, 1 de noviembre de 2022

viernes, 14 de octubre de 2022

Control de precios y subvenciones. Nada nuevo bajo el sol

 Rodrigo Rato 

15 de octubre de 2022 



Necesitamos urgentemente un debate a la americana, descarnado, sobre nuestro futuro energético común


Si nuestros padres o abuelos resucitaran hoy, seguro que se llevarían grandes sorpresas respecto al mundo en el que sus hijos y nietos viven. Reconocerían de inmediato el control de precios y las subvenciones, que ellos vivieron toda su vida. En efecto, la liberalización de mercados y la búsqueda de la máxima competencia en los precios son cosa relativamente reciente, más o menos desde la pasada década de los ochenta. Los norteamericanos con cierta edad recordarán el control de precios impuesto por Richard Nixon a principios de los setenta, los ingleses a finales de la misma década también lo intentaron. En realidad, a lo largo de la historia muchos, si no todos los gobernantes, los han aplicado. Algo así como la tercera recomendación al gerente de la Rusia soviética, la última y desesperada medida antes de dimitir, según el viejo chiste ruso de la época, cuando allí se podían hacer bromas.


Controlar los precios es una medida conocida, pero insostenible a medio plazo. Si fuera estable y eficiente, no se habría abandonado tantas veces. Además, resulta impracticable en un mundo globalizado de economías abiertas. Es ineludible que genere distorsiones al poder adquirir bienes o servicios por debajo de su coste. Emergencia es desde luego la palabra clave para justificar cualquier medida, sobre todo si le añadimos la palabra social. Y no cabe duda de que una crisis energética produce todo tipo de problemas, entre ellos sociales. Y estamos ciertamente en una, la más seria desde los años setenta, pero inevitablemente con características propias, entre ellas los riesgos medioambientales.


La raíz de los problemas

Precisamente, la confusión entre política medioambiental y la energética está en la raíz de parte de nuestros actuales problemas. Ambas son importantes y están fuertemente relacionadas, pero no son iguales. Es más, el empeoramiento de la segunda puede hacer inabordable la primera. El aumento del consumo del carbón en muchos grandes países emisores o la falta de nuevas inversiones en el sector del gas o del petróleo, incluso en el nuclear, auguran más emisiones y precios más altos en los próximos años, una endiablada combinación. Hace tres semanas, los productores norteamericanos de energía procedente del “fracking” dejaban claro que no vislumbraban nuevas inversiones, ante la falta de deseo de sus inversores de aumentar sus riesgos pese a los altos niveles de rentabilidad actualmente. La semana pasada, el ministro de Energía de Emiratos Árabes Unidos justificaba el recorte de la producción acordada por la OPEP en la necesidad de garantizar nuevas inversiones en el sector. Cuando no se encuentra dinero para ampliar actividades que son muy rentables es muy probable que la explicación esté en la regulación.


En este caso, los anuncios de prohibición y penalizaciones a los inversores en energías como el gas, nuclear o el petróleo en la próxima década se han entendido claramente por el mercado. Pretender impulsar nuevas conexiones transnacionales de gas por parte de Estados que quieren penalizar su uso en un plazo inferior a los diez años produciría ternura si no fuera chusco en un tema de gran transcendencia económica y social.

Subvenciones 

Los controles de precios traen aparejadas las subvenciones, medida que los países desarrollados llevan décadas desaconsejando a los países en desarrollo. Adicionalmente a la pérdida continuada de credibilidad de los primeros, incentivar el consumo de productos bonificando su coste real acaba indudablemente incrementando su consumo y por tanto el coste futuro de esas mismas subvenciones. Es cosa sabida, y hasta de cierta lógica, que los gobernantes están más interesados en el bienestar inmediato de sus ciudadanos que en la ortodoxia de sus políticas macroeconómicas. Pero olvidar que se avanza en un mundo de contradicciones crecientes tiene las patas muy cortas.

La virtud inevitablemente puede encontrarse en el camino de en medio. En los próximos meses los ciudadanos necesitaran ayudas, a ser posible bien diseñadas hacia los ciudadanos más vulnerables. Al mismo tiempo, será necesario plantear un mapa y un calendario de suministro energético realista, sostenible y coherente con las ingentes necesidades de inversión privada que son necesarias, incluida la política climática, pero también para mantener el crecimiento de la economía. Sin crecimiento no habrá política climática y es posible que lo mismo suceda también al contrario. Como estamos comprobando en la situación forestal española, el tiempo de las recomendaciones simples, bien intencionadas o no, ha pasado. Son necesarios planteamientos y políticas rigurosos y sostenibles, para empezar por las personas más directamente afectadas y técnicamente expertas. Una seria revisión y transparencia de los consejos medioambientales debe imponerse. Salir mucho en televisión no puede ser la garantía máxima de solvencia técnica. Nuestras universidades y empresas están dotadas del talento y el saber necesarios para hacer frente a este desafío, aunque no participen en sentadas y manifestaciones.

No es fácil desandar algunos de los dogmas que se han aceptado rápidamente. Pero es necesario hacerlo en determinados casos para conjugar las necesidades energéticas con las climáticas. Pocos sitios más representativos de este desequilibrio que la Unión Europea. Sus dirigentes parecen crecidos con su protagonismo en las recientes crisis de la covid y la guerra en Ucrania para demandar ahora poderes absolutos para futuras e indefinidas crisis. Pero la energía es mucho más compleja y está más ligada a las necesidades nacionales esenciales que las vacunas. Muchos votantes europeos, de norte a sur y de este a oeste, cada vez se inclinan más por posturas nacionales. Nadie puede esperar que no haya tensiones en el mayor experimento en la historia de integración de países. Desde la pesca a los fertilizantes, las previsiones de inflación pasando por las características técnicas de las chimeneas, la integración de empresas industriales o tecnológicas, la energía nuclear o el uso del gas, las autoridades europeas han dado repetidas muestras de estar lejos del acierto. Y ese es el único camino para ganar la credibilidad que los ciudadanos europeos demandan. Criticar a las instituciones europeas no equivale a ser antieuropeo, como también sucede a nivel nacional. Mejor que se vayan acostumbrado. Necesitamos urgentemente un debate a la americana, descarnado, sobre nuestro futuro energético común, con la participación de verdaderos expertos, si queremos tener un debate medioambiental.

Los controles de precios son solo una medida temporal donde al final siempre acaba aflorando el coste real. La subida del precio de la energía, sobre todo de origen fósil, era una realidad antes del estallido de la guerra en Ucrania. La falta de coherencia técnica y temporal entre la regulación y las necesidades reales es desde hace tiempo un mal de nuestros días. Pero en el ámbito de la energía resulta casi insoportable. Además, la línea divisoria entre subvenciones y ayudas de Estado es muy tenue. Según el economista danés Erik Nielsen, el conjunto de los países de la UE ha comprometido el 5% del PIB conjunto en ayudas a empresas y familias para compensar los altos precios energéticos. En el último mes Alemania ha aprobado hasta 300.000 millones de euros adicionales. Como siempre en la UE, el momento de hacer excesos es cuando los alemanes los hacen, después volverán a estar prohibidos. España carece de recursos públicos para realizar semejantes esfuerzos, son por lo tanto los fondos europeos Next Generation nuestra única y última oportunidad. ¿Seremos capaces esta vez de utilizar todos estos recursos a tiempo? Se admiten apuestas.

sábado, 30 de julio de 2022

Cambio en la Fiscalía General, ¿por qué no limpiar la casa?

 Rodrigo Rato

 25 de julio de 2022 


El Gobierno ha anunciado el cambio en la Fiscalía General del Estado, una de las responsabilidades jurídicas y políticas más relevantes. Una propuesta que ha recibido ya el aval del Consejo General del Poder Judicial, que en todo caso no es vinculante, como tampoco lo es la opinión del Congreso. Estamos pues ante una nueva etapa.

Momento único para plantearse qué cambios serían necesarios en esta institución para alejarla de los hábitos inquisitoriales y corporativos que la dominan. Yo no soy un jurista, pero los últimos diez años de mi vida he estado y estoy sometido a procedimientos penales en los que he descubierto realidades que desconocía en más 25 años de vida pública.

El principal obstáculo del nuevo fiscal serán los propios fiscales, cómodos y orgullosos por no tener en sus filas ni a uno solo de sus miembros condenado por algún motivo. Pero sin otra forma de ejercer sus responsabilidades, la calidad de nuestra Justicia se está resintiendo gravemente.

Todos los antecesores del nuevo fiscal general Álvaro García Ortiz han insistido en que las investigaciones prospectivas están prohibidas, como recoge la ley, aunque la Fiscalía General nunca ha denunciado que sean un delito cuando se efectúan, cosa que sucede con más asiduidad de la que se conoce públicamente.

Los tribunales desautorizan con demasiada frecuencia estas investigaciones realizadas por parte de determinados fiscales, unas rotundas descalificaciones que lamentablemente no llevan aparejadas ni siquiera la condena en costas a la Fiscalía. Buen momento para que el nuevo fiscal proponga una figura delictiva por la investigación prospectiva por parte de fiscales, o al menos sanciones reglamentarias muy graves y compensaciones a las víctimas. Todavía con más motivo debería pronunciarse respecto a las investigaciones secretas, a menudo denunciadas en sentencias pero sin consecuencias para los funcionarios que las ejecutan.

Las filtraciones de sumarios secretos son el delito más flagrante y menos perseguido de nuestra realidad jurídica. No es perseguido aunque se denuncie formalmente, con el argumento de que «se desconoce quién lo ha cometido». Razonamiento sorprendente porque sólo pueden ser responsables de su comisión el instructor o el fiscal.¿ Se comprometerá el nuevo fiscal general a su persecución automática, estableciendo un responsable directo en su equipo?

Sorprende mucho al conocer el estatuto fiscal la brevedad de los plazos de prescripción, que para las infracciones muy graves es de dos años desde su comisión. Si esto se compara con el promedio de instrucción de un sumario, se comprueba la imposibilidad material de que un imputado pueda hacer uso de este derecho. ¿Se atreverá el nuevo fiscal general a modificar estos plazos?

Según la memoria de la Fiscalía General, el número de causas pactadas se acerca al 50%. Es ésta una práctica extraña a nuestro ordenamiento, pero cada vez más usual. ¿No debería la institución darle máxima transparencia, especificando tipos, hechos, cuantías, para ofrecérsela a todo ciudadano, con una ventanilla pública al efecto?

Dentro de estos acuerdos muchos se producen con demasiada, muchísima frecuencia, con presos preventivos a los que se les ofrece, mientras están en la cárcel, un acuerdo de culpabilidad por el tiempo ya cumplido en prisión preventiva, más una multa simbólica. ¿Es legítimo negociar con una persona privada de libertad? ¿ No serán coacciones? ¿Cómo puede mantenerse una situación de prisión preventiva, que tiene tres causas tasadas, con este tipo de ofertas?

La Fiscalía General y todas sus fiscalías dependientes tienen cada vez medios humanos y técnicos más importantes a su servicio. Lamentablemente, estos siguen investigando cuando una causa cuando ya ha intervenido un juez, de espaldas al instructor y a la defensa. ¿Podría el nuevo fiscal general imponer criterios claros y transparentes sobre esta cuestión?

La jurisprudencia debería ser aplicada por la Administración de oficio, como también la prescripción. Máxime en un cuerpo jerarquizado como la Fiscalía. ¿Puede el nuevo fiscal general garantizar que será así, bajo responsabilidades disciplinarias y pagos en costa en caso contrario?

¿Las detenciones llevadas a cabo por los fiscales deben hacerse con la presencia de la prensa y ser previamente anunciadas? En España son numerosos los casos en los que las actuaciones de la Fiscalía Anticorrupción y de la UCO van acompañadas por cámaras de televisión. ¿Puede cambiar esta práctica el nuevo fiscal general?

La igualdad ante la ley es un principio fundamental de cualquier sistema democrático. Nuestro Tribunal Constitucional reiteradamente ha establecido que la discriminación por “alarma social” es inadmisible. Sin embargo, a menudo los fiscales utilizan este concepto en sus argumentaciones y no se oponen a su uso en resoluciones judiciales. Dado que la Fiscalía es un cuerpo jerárquico, ¿cambiará el nuevo fiscal general esta práctica?

En el debate público sobre la justicia en España sobresale la preocupación por su politización, pero quizás sea tan grave como eso el corporativismo. Suerte señor fiscal general, mucho del bien común depende de que su institución supere su estado actual. De usted depende.

Rodrigo Rato analiza la situación económica

 Rodrigo Rato en 'Negocios TV'



domingo, 19 de junio de 2022

Escrito de defensa de Rodrigo Rato

 Escrito de defensa de D. Rodrigo Rato Figaredo sobre las imputaciones del Juzgado Nº 31


viernes, 3 de junio de 2022

Un mercado bajista

Rodrigo Rato 

4 de junio de 2022 



Para muchos inversores y operadores de mercado las cosas han ido bastante bien desde principios de los años 80, cuando empezó el largo y continuado descenso de los tipos de interés. En el caso de los bonos del Gobierno norteamericano, desde cifras de dos dígitos superiores al 15% a cero. En el caso español, además de cambiar de pesetas a euros, desde 2014 por la acción del Banco Central Europeo muchas emisiones de nuestra deuda pública han sido a intereses negativos. En el caso del mundo, 14 billones de dólares estaban a intereses negativos el año pasado. Ahora prácticamente ninguna emisión pública lo está, con excepción de Japón. Según el «Financial Times» se han producido ya incrementos de tipos en 60 países.


Lo anterior no quiere decir que durante este largo periodo las bolsas no hayan tenido caídas, incluso significativas como en 2002, 2008 o 2020, pero siempre con rápidas recuperaciones hacia nuevos techos. Largos años de cada vez más beneficios bursátiles y menores tipos de interés. Lo nunca visto para inversores y deudores. Con la aparición en 2021 de inflaciones significativas, la situación ha cambiado de manera importante. Unido a una crisis energética mundial de las dimensiones setenteras, seguida de una guerra en Ucrania y una emergencia alimentaria. Las sucesivas redes de seguridad de los bancos centrales y gobiernos se están retirando. Ahora son el beneficio y el margen los que definen el valor de una compañía, además con una tasa de descuento sensiblemente superior al subir los intereses. Otro mundo.


10 años de parálisis en la UE

Inevitablemente, la mayoría de nosotros esperamos que las malas situaciones duren poco. Es más, pensamos que las cosas antes o después volverán a la «normalidad». Sin embargo, el principal mensaje de los mercados no es sobre una temporada bajista, más o menos larga. Es sobre un profundo y duradero cambio, además de un mercado bajista. Las dos principales economías del mundo, Estados Unidos y China, tienen problemas de inflación o de crecimiento, lo suficiente para producir importantes cambios en sus economías. China ha sido el responsable del 50% del crecimiento mundial los últimos 20 años. EE UU es el mayor importador del mundo. La tercera economía global, la Unión Europea, lleva más de 10 años estancada, sufre la peor guerra desde 1945, una necesaria y urgente transformación energética, junto con la inflación más alta en la historia del euro.


“Confluencia de calamidades”

Toda esta retahíla de tragedias, «confluencia de calamidades» en frase del Fondo Monetario Internacional, son plenamente conocidas. Es lo que ven los mercados y por eso son bajistas. Además, como consecuencia de las crisis, desde 2008 el nivel de deudas públicas globales esta cerca del 100% de la renta, en el 124% en los países desarrollados. El nivel mundial de deudas, públicas y privadas, supera ya el 250% del PIB mundial, alcanzando los 296 billones de dólares, según el Fondo Monetario Internacional. Situaciones que agravan las consecuencias de la subida del coste del dinero y la reducción de la liquidez. Malo para los mercados y para las políticas presupuestarias. La caída de la inversión privada, que llevamos años experimentando en la OCDE, ya no será compensada por el dinero ultra barato y la especulación. Quizás ha llegado la hora de preguntarse por qué los ahorradores de países ricos invierten fuera de sus economías, o al menos lo hacían hasta ahora en este siglo.


La gran revolución tecnológica no se traslada a la productividad o bien no sabemos medirlo. La regulación hace tiempo que ha dejado de ser atractiva para los inversores y estamos ya entrando en el llamado «estancamiento secular», tan anunciado por varios economistas norteamericanos. Así, si ya no son las expansiones monetarias y fiscales las que van a impulsar el crecimiento, solo lo hará un sostenido aumento de la productividad. Desde hace casi 40 años, además de la caída de los intereses, han sido los aumentos de la productividad originados por la mano de obra barata de los países emergentes los que lo han impulsado. Ese ciclo se ha frenado, sobre todo en China. Las recientes olas proteccionistas en los países desarrollados buscan la producción nacional, por razones electorales y de seguridad. No podemos quejarnos de tener más inflación si apostamos por los salarios de los trabajadores en vez de por los precios de los consumidores.


La factura energética

Pero el elefante en la habitación es la energía, como en los años 70. Un experto nada imparcial, pero conocedor, el ministro Saudí de petróleo, Abdulaziz Bin Salman, nos ha recordado recientemente que «si no fomentamos la inversión, obtendremos precios altos antes que superar el cambio climático». En ningún sitio es esto más evidente que en la UE, donde solo los objetivos medioambientales son evidentes, mientras las contradicciones con la realidad energética se disparan. En Europa y todavía más en el resto del mundo vivimos en economías que demandan más energía cada año. La supresión política del carbón y el petróleo, la indefinición sobre el gas y la energía nuclear, no se están cumpliendo. Mientras, se anuncian prohibiciones sobre los usos privados y empresariales de determinados combustibles, penalizaciones sobre su inversión, que representan más de un tercio de la oferta actual. Como el ministro saudí nos anuncia, interesadamente desde luego, los precios no dejan de crecer y con ellos la inflación. Una presión constante sobre los bancos centrales para subir tipos en economías que ya no están en expansión. Esto también lo ven los mercados y por eso son bajistas.


Mejores condiciones para la inversión en un mundo donde sobra ahorro deben ser una prioridad nacional. El reciente fracaso de los intentos de fijar un impuesto mínimo de Sociedades en la OCDE nos lo está diciendo. En el espacio de un año los países vuelven a buscar atraer inversiones. Pero no serán los impuestos bajos en un momento de grandes deudas públicas la principal solución, sino una regulación más inteligente y realista. El papel lo aguanta todo, pero el crecimiento económico no. En España, ningún gobernante parece ser consciente de que los plazos legales sólo se le aplican al ciudadano, pero no a las Administraciones, aunque el único inversor efectivo sea aquel. En esto también el tiempo es oro.


Una política de mix energética realista y coherente con los objetivos medioambientales y con el consumo actual es otra prioridad si queremos inversiones que bajen el precio de la energía hoy. Las trampas en el solitario no nos sacarán del mercado bajista actual. ¿Quién debería tener prisa y poner los medios? Pues eso.

martes, 8 de marzo de 2022

Guerra económica: el final de esta globalización

 Rodrigo Rato 

9 de marzo de 2022 


Coincidiendo con la emisión del estupendo documental “la primera globalización” de José Luis Linares, donde se analiza la unión económica de China con España en el siglo XVI, a través de la plata del Nuevo Mundo y unos navegantes prodigiosos, asistimos al fin de la más reciente globalización, la actual que empezó entre los años 1970 y 1980 del pasado siglo, incluso antes con el comienzo de las Rondas Uruguay y Kennedy, en plena Guerra Fría. 


Final no quiere decir desaparición. Muchas cosas de esta época van a perdurar, pero el predominio del libre comercio, del que se esperaban tantas cosas, ha quedado sometido no ya al proteccionismo, sino a la seguridad nacional. Cuando Donald Trump empezó a invocar este argumento casi todos los expertos alzaron ojos y brazos para denunciar su exageración. Sin embargo, estos días las democracias del mundo utilizan activos financieros y comerciales, públicos y privados, para enfrentarse a un adversario, la Rusia de Putin que por primera vez desde 1943 ha atacado militarmente las fronteras de un Estado europeo. 


Sin duda los valores de defensa de la libertad, integridad e incluso la vida de los ucranianos justifican las medidas. Los cambios en las reglas de relaciones económicas tendrán importantes consecuencias, a corto y a largo. Ya vemos unas subidas de precios energéticos de la intensidad y velocidad de las crisis del petróleo de los años 1970. Las tensiones inflacionistas, que, ya llevan un tiempo con nosotros, sea acrecentaran reduciendo aún más las rentas disponibles de los ciudadanos. Las recuperaciones materiales sobre los efectos de la covid se harán muy difíciles para aquellos países que aún no las hubieran conseguido. Retomar el nivel de expansión anterior a 2020 se ha vuelto casi imposible para todas las economías. 


La última globalización trajo crecimiento y empleo, menores costes y precios, con el incremento de la inversión y el comercio. Disminuyó la pobreza a nivel mundial, aunque la mano de obra industrial de los países desarrollados padeció una competencia en los salarios. Multinacionales y consumidores fueron los grandes beneficiarios, junto con la llamada economía financiera que se desarrolló varias veces por encima de la real. China y Estados Unidos comenzaron las primeras rondas proteccionistas a partir de 2017, centradas en subidas mutuas de aranceles. Ahora en un paso más se han introducido la guerra económica y Financiera sobre individuos y Estados, como alternativa a la utilización de las armas, desde luego mucho menos cruenta, pero con efectos transcendentales. 


Energía, finanzas, agricultura, inversiones y capitales han sido sometidas en días a las exigencias de seguridad nacional. Las economías desarrolladas parecen haber llegado a la conclusión de que el intercambio creciente de bienes y servicios resulta peligroso con determinados países con regímenes totalitarios. Según esta lógica el gas, el petróleo, el trigo o el girasol rusos engordan a un régimen amenazante, como también lo hacen sus inversores y turistas. Es más que relevante que las opiniones públicas occidentales han reaccionado de la misma manera que sus gobiernos, incluso se podría decir que estos se han visto forzados a actuar al ver a decenas de miles de votantes en las calles a favor de los ucranianos. Lo que no paso con georgianos, chechenos o sirios ha pasado ahora. La Rusia de Putin se ha convertido en el enemigo de los europeos, cuando hasta hace días nadie le prestaba atención, reconociéndole incluso fama de gran estratega. Las voces que argumentaban a favor de las demandas rusas han quedado anuladas ante las imágenes de guerra agresora y cruel por parte de los rusos sobre los ucranianos, quienes no dejan lugar a dudas de su firme deseo de ser independientes. 


Cabe la tentación de limitarnos a medir quien perderá más, partiendo de la base que serán los ucranianos. Es difícil saber si a los gobernantes rusos les importa la ruptura económica y financiera con Occidente, si la previeron, pero prefirieron actuar con la lógica de Catalina la Grande. Caben todas las opiniones, pero si el ministro francés de Economía tiene razón y 1.000 billones de dólares rusos se han visto afectados estamos ante un castigo económico muy considerable, para un país con una renta per cápita de 8.000 dólares anuales, que en 30 años desde la caída del comunismo se ha convertido en un gigante en la venta de materias, pero de poco más. Rusia no es China.


Es difícil separar todo esto de la decidida decisión de los gobernantes chinos de convertirse en la primera potencia mundial, tecnológica, económica y política e incluso financiera en los próximos decenios. Si Putin busca depender más de China que de la Unión Europea nadie nos lo ha dicho, pero es la dirección de los acontecimientos. La venta de energía y otras materias primas rusas sólo puede ir en esa dirección. El rublo no es ni será una moneda reserva, el renminbi quiere serlo respaldado por la primera economía del mundo medida en precios relativos. Los inversores rusos, grandes y pequeños, habían apostado sin embargo por Europa para invertir, acomodar sus ahorros, comprar sus casas y viajar. ¿Pensarán lo mismo de las oportunidades y garantías chinas?


Otros aspectos, los militares y los energéticos, también han variado. Alemania ha anunciado que invertirá más que Rusia en defensa cada año, los países europeos del Este harán lo que puedan y abrirán aún más las puertas a los soldados norteamericanos, con gastos pagados. China habla de 200 mil millones de dólares a invertir en defensa. La UE tendrá que desarrollar una política energética mucho menos dependiente de materias rusas, los inversores europeos en ese país tienen ya pérdidas considerables con el abandono de participaciones y redes comerciales como para volver en el corto plazo. Rusia no tiene ni el capital y ni los conocimientos para compensar en solitario estos abandonos. Los chinos podrían ser una ayuda, con dependencias políticas y económicas fáciles de imaginar, pero difíciles de entender. Mucho es ya inevitable. La guerra no ha acabado pero los costes económicos se están materializando muy deprisa. Nuestros modernos mercados financieros lo anticipan todo, esto también. 


La libertad económica mundial ha quedado supeditada a la seguridad nacional de los Estados antes de que los ucranianos hayan perdido la suya, que esperemos que para ellos no sea así. Para la economía mundial más inflación y menos crecimiento nos devuelve a los 1970. El Banco Mundial avisa de 57 millones más de pobres en el mundo. Nuestras políticas monetarias expansivas con muy bajos intereses y compras masivas de deuda pública, 12 billones durante la pandemia, aterrizan de repente en el más complicado escenario posible. Subir tipos aparece suicida mientras los precios sobrepasan en mucho los objetivos. Dejar de comprar deuda pública empujará a políticas fiscales restrictivas mientras nuestras economías padecen crecimientos débiles. Los grandes cambios políticos y sociales siempre se producen cuando las contradicciones económicas resultan insolubles. Todo apunta a que febrero de 2022 será un antes y un después de nuestra realidad.