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miércoles, 28 de agosto de 2024

ESPERANDO A LA SEÑORA HARRIS O AL SEÑOR TRUMP

 

Rodrigo de Rato     

29 de agosto de 2024            

Trump quiere poner aranceles para bajar impuestos y Harris introducir controles sobre los precios. 

Puede que se nos olvide, pero cada cuatro años los norteamericanos eligen su presidente. En 2024, miles de millones de personas han hecho igual a lo largo y ancho del mundo, desde India a Argentina. Incluso en Rusia o en Venezuela han tenido sus elecciones. Pero, con todos los respetos, las elecciones norteamericanas son las más importantes. La primera economía del mundo, con el 50% de los mercados financieros globales, la moneda reserva, más de 90 países con bases militares, la mayor potencia militar, convencional y atómica... Pero también en artes, saber, investigación o deporte, lideran.  

Nada nuevo desde los primeros años del siglo pasado. Las elecciones norteamericanas de 2024 suponen, sin embargo, un cambio de presidente en todo caso. No había sucedido desde 1978, cuando Lyndon B. Johnson renunció a presentarse de nuevo. Entonces, la guerra de Vietnam y una incesante deuda pública esperaban a su sucesor, Richard Nixon. Los norteamericanos, con él, abandonaron más pronto que tarde Vietnam del Sur y desligaron al dólar del oro con la misma rapidez. 

En 2025, Estados Unidos puede tener planteados dos conflictos militares, Ucrania y Gaza. El primero está estancado y desangrando a los dos contendientes. EEUU se acaba marchando de muchas guerras, aunque los europeos tengamos otra experiencia. Creemos saber que Trump es lo que hará en este caso, si puede. Harris es aún una incógnita. Los más afectados somos europeos y rusos. A los dos nos vendría bien un cambio de situación, lo que puede no suponer una paz duradera, pero sí el fin de la carnicería y de la ruina para Ucrania y Rusia. 

Por buscar precedentes, en 1980 Irán liberó a los rehenes norteamericanos antes de la llegada de Ronald Reagan, con el que acabó haciendo contrabando de armas. Pero también Reagan respaldó una terrible guerra Iran-Irak: diez años y un millón de muertos. Es previsible que tanto Harris como Trump prefieran tener el tema decidido antes de llegar, que Biden busque dejarlo cerrado, lo que no supone que el remedio sea peor que la enfermedad. 

El caso de Gaza afecta a uno de los más estables compromisos norteamericanos, equiparable a Europa hasta ahora. La defensa de Israel es todavía hoy un tema de acuerdo entre republicanos y demócratas. Aquí Trump demostró en su primer mandato una posición claramente proisraelí, promoviendo una alianza entre judíos y sunitas, el acuerdo de Abraham, que el ataque de Hamás del 7 de octubre ha conseguido detener. Es fácil aventurar que con Trump las cosas seguirán ese camino, que por cierto Biden continuó. El todavía presidente busca un alto el fuego. Pero la catástrofe humanitaria en Palestina y la cada vez más intolerante actitud israelí en los asentamientos y hacia un posible estado palestino auguran una difícil relación con un presidente demócrata. No sería la primera vez. Clinton, Obama e incluso Bush II las tuvieron pésimas. Este tema es aún más difícil de solución que Ucrania, en el que las partes beligerantes al menos no dicen querer aniquilar al contrario. 

El mundo no es el de 2016, cuando Trump llegó a la Casa Blanca. Ucrania ha producido una alianza de Rusia con China, Corea del Norte e Irán que no existía entonces. Esa alianza tiene aspiraciones políticas y económicas globales. Otra novedad es que el llamado Sur Global ha aprendido a jugar con las contradicciones de los dos bloques, como el relativo fracaso de las sanciones a Rusia han puesto de manifiesto, aunque estas medidas corroen lentamente las economías, si no que le pregunten a Irán o a Cuba.  

La antes descrita estrategia de Trump en el conflicto árabe israelí tampoco está libre ahora de graves limitaciones por el conflicto y la situación de Gaza. Trump presume que con él no empezó ninguna guerra.

Ahora, le guste o no, tiene dos y... Taiwán. Su al parecer firme decisión de no contar esta vez con personas con experiencia superior a la suya no reafirma la confianza en un mundo bien distinto que en 2016.

Harris no es Biden. Tiene menos años, seguro, pero poco sabemos de lo que opina sobre el mundo o incluso de la economía norteamericana . A diferencia de Trump, ella parece confiar en el establishment demócrata, pero como decía Harry Truman "la pelota se detiene aquí". Que hará Kamala Harris con el mundo es una incógnita, como lo es que hará el mundo con ella. Desde Obama, Estados Unidos busca centrase en Asia y en especial en China. Obama, Trump y Biden lo han intentado, pero la realidad ha resultado más difícil.

La existencia de una alianza relativamente compacta alrededor de China, con coqueteos con Brasil, México e incluso India, indican que Pekín sabe aprovechar sus oportunidades. Trump no tuvo que buscar alianzas. No era lo suyo. Biden ha sido mucho más fino después de 60 años de experiencia. Bush II demostró que un presidente norteamericano impetuoso puede acabar provocando graves crisis militares y financieras al mismo tiempo. Seguramente a eso juegan los chinos y sus aliados. Una próxima presidencia fallida de Estados Unidos puede ser un difícil trago para Occidente, y eso no lo evitan las fortalezas innegables de ser el primer país del mundo.

El dólar ya no está ligado al oro. Si lo estuviera, el futuro presidente rompería esa ligazón sin ninguna duda, con déficits públicos del 6-7% casi crónicos. Trump y Biden han gastado mucho para salir de la pandemia, primero, y para después garantizar el predominio financiero y tecnológico norteamericano, lo que han conseguido con una gran cantidad de deuda, cuyos intereses caminan a sobrepasar el presupuesto de defensa. Pese a todo ello, en términos financieros, de empleo y económicos está mucho mejor que los demás.

En los últimos 24 años, la zona euro ha perdido competitividad frente a EEUU, que crece tres veces más desde el Covid; China está instalada en una crisis inmobiliaria inmensa con serios riesgos de deflación. Además, su modelo de crecimiento basado en la inversión de bienes y su exportación es insostenible. Estados Unidos es, además, exportador neto de energía y el líder indiscutible de las nuevas tecnologías. Por cada euro que las empresas alemanas invierten en casa, llevan diez a Norteamérica. Sea quien sea el próximo presidente, hereda una economía muy potente. Trump quiere poner aranceles para financiar sucesivas reducciones de impuestos. Harris introducir controles de precios para proteger la cesta de la compra. Nadie cree que puedan hacer ni una cosa ni otra, lo que no augura que no lo intenten. Sobre el cambio climático, donde EEUU es el segundo emisor de CO2, nada se puede esperar de Trump. Harris seguirá las huellas de Biden: energías renovables hechas en casa.

Parece imposible que la mayor y mejor economía del mundo, con los mejores talentos públicos y privados a su servicio, ofrezca semejantes recetas. Su sector privado, empresarial, tecnológico y financiero, confía al parecer en que los lobbies controlan los posibles daños. Máxime si, como hasta ahora, ningún partido controlara las dos Cámaras. Los demás países tendrán que hacer lo propio. Hacer lobby en Washington es algo conocido y practicado.

Es reconocido que el más importante debate electoral televisivo fue el primero, Nixon contra Kennedy. Los que lo oyeron por radio dieron por ganador al primero, los que lo vieron por televisión al segundo, que fue quien ganó aquellas elecciones. Pero el debate Trump-Biden de finales de junio de 2024 ya pasará a la historia por provocar la retirada del segundo y puede que la derrota del primero. Si Trump fuese la mitad de listo de lo que él se cree, nunca hubiera aceptado debatir hasta después de la convención demócrata. Ya decían nuestros antiguos griegos que con el destino no pueden ni los dioses. En todo caso, lo único seguro en este tema es que dentro de cuatro años habrá otra vez elecciones presidenciales norteamericanas. Mucho más, en estos momentos, no sabemos.

Rodrigo Rato, ex vicepresidente del Gobierno, exdirector gerente del FMI y expresidente de Bankia