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lunes, 24 de marzo de 2025

Conversaciones con Rodrigo - Aceptarnos sin juzgarnos

 


Conversaciones con Rodrigo - Aceptarnos sin juzgarnos (Radio Diversidad)

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sábado, 22 de marzo de 2025

Simple, claro, falso

 Rodrigo Rato 

23 de marzo de 2025 


Estamos antes situaciones muy complejas, que los europeos hemos delegado durante cuatro generaciones a un poder extranjero.

Una vez más la Unión Europea se acerca a un problema complejo y vital equivocando su enfoque, en este caso su seguridad más o menos separada de los Estados Unidos. El resultado puede volver a ser un planteamiento simplista e insostenible en el tiempo. Ya nos ha pasado con el cambio climático, cuando decidimos solo tener en cuenta las cuestiones medioambientales, además simplificadas en extremo, ignorando las realidades energéticas y económicas. El resultado es que hoy tenemos que ignorar o retrasar «sine die» nuestras propias normas, siendo incapaces de hacer al resto de los países tomar decisiones equivalentes.

En otro tema del mismo calado, la inmigración masiva, los gobiernos europeos han pasado de la total permisividad al confinamiento  forzado en terceros países de los inmigrantes ilegales. Las necesidades laborales de sectores enteros, la importancia de atraer inmigración cualificada o formarla, son una y otra vez simplificadas en exceso. Desgraciadamente, a otras sociedades desarrolladas les sucede cosas parecidas, pero no a todos.

La guerra de Ucrania, junto con la doble actitud de la  nueva administración norteamericana de aceptar una zona de influencia rusa en sus vecinos más próximos y poner en duda su disposición a mantener un paraguas protector militar sobre Europa, ha dado paso a un frenesí de cumbres políticas. El mensaje inequívoco que se plantea es la necesidad de aumentar el gasto europeo en Defensa, reclamado por los norteamericanos desde al menos George W. Bush, hace más de 20 años.

Para una UE con un stock de capital de entre 66 y 75 billones en 2023, llegar a 400.000 millones anuales de gasto militar es desde  luego posible, lo que supondría 5 veces más  que lo invertido por Rusia en tiempos de paz. Por suerte, la vieja distinción entre mantequilla y cañones es hoy mucho menos dramática, cuando los activos de doble uso forman cada vez más parte de la defensa, desde los drones a las instalaciones cibernéticas. Aquí no hay un problema insoluble y sí mucho negocio. Aunque todo gasto tiene límites financieros y, con los actuales niveles de deuda pública, ese momento no está lejano. Lo mismo les sucede a Estados Unidos y desde luego a Rusia.

Cuestión distinta es la dependencia tecnológica de Estados Unidos. Aquí la UE puede, y quizás debe, cerrar en todo caso su  déficit tecnológico, como describía el «Informe Draghi» antes de la vuelta de Donald Trump. No hay que olvidar una realidad, el mercado europeo es esencial para las tecnológicas norteamericanas de todo tipo, sin  que exista otro del mismo tamaño y profundidad, salvo China. La UE necesita movilizar sus recursos financieros privados, haciéndose más atractiva a la inversión de su propio ahorro, como Suecia ya está haciendo. Lo que indica que es posible hacerlo en  Europa. Bienvenido Trump si es la causa  que nos obliga a aumentar nuestra inversión privada, con 20 años de retraso.

Hay dos temas hasta ahora poco mencionados donde radican los verdaderos problemas para una defensa autónoma de Europa. Se mire como se mire el mayor riesgo de seguridad para la UE viene de Rusia,  lo que no quiere decir que no puedan existir otros intereses hacia un país rico en materias primas. Rusia tiene el mayor número de cabezas nucleares, 6.000, algo determinante por sí solo en temas de defensa y seguridad. La UE solo tiene un miembro con armas nucleares, Francia, pero con menos del 10% que Rusia. Añadamos las del Reino Unido y seguimos con un número muy menguado. Aquí llega el segundo tema de fondo.  ¿Quién decide militarmente? Ahí radica el gran papel de la Alianza Atlántica. Europa  aceptó que fuera el Presidente de Estados Unidos, la última instancia de seguridad, seguramente inevitable en 1945. Solo de Gaulle se negó a aceptar esa dependencia. Felipe González propuso no entrar en la estructura militar también en nuestro referéndum de la OTAN en 1985. Nunca lo cumplió y nadie lo ha reclamado desde entonces. Desde 1946, el mando militar supremo de la OTAN ha sido un general norteamericano en activo.
 
Durante todos estos años los militares europeos han trabajado conjuntamente y bien. Desde los años 1960, 25 barcos con armas nucleares norteamericanas y tripulaciones multinacionales han patrullado por el Atlántico. Ahora el Presidente francés, Emmanuel Macron, ha ofrecido su escasa cobertura nuclear a sus socios, sin precisar quién tomaría la última decisión, que conociendo a los franceses no es difícil de imaginar. ¿Pero estamos preparados para que un general francés decida la seguridad del flanco sur o del mar Báltico? O cualquier  otro ejemplo con alemanes, daneses, suecos, griegos, españoles o italianos.

El Kremlin y el Pentágono conocen estas dos cuestiones con certeza. Los primeros esperando la ansiada desunión europea y los segundos que traguemos con todo. Ninguno de los dos le conviene una Europa con 2.000 o 3.000 cabezas nucleares, diseminadas por varios países, y puede que ante esa posibilidad sus posiciones cambien, ante la sorpresa de un UE realista y  resolutiva. Es probablemente nuestra única  baza con los dos. Las cosas a veces no tienen arreglo, pero sí solución, mala o peor. Es inútil pretender que todos puede ser claro y simple. Rusia y Estados Unidos creen que los europeos son incapaces de aceptar realidades difíciles, de ahí su menosprecio.

Estamos ante situaciones muy complejas, que los europeos hemos delegado durante cuatro generaciones a un poder extranjero, ahora cada vez más distante y extraño. La cuestión no es tanto si contamos con medios materiales como si tenemos voluntad de aceptar nuestra realidad de seguridad, empezando por las armas nucleares y un sistema efectivo de decisión militar.

Para ello, los cientos de parlamentarios y las decenas de políticos europeos nonos ayudan si todo es una vez más claro, simple y falso.


viernes, 7 de marzo de 2025

Saturación legislativa

 Rodrigo Rato

7 de marzo de 2025 

¿Hemos llegado 250 años más tarde a tener que preguntarnos si el gobierno del pueblo es posible con tantas asambleas? Mi opinión es que no. 

Dos personas tan distantes y distintas como Elon Musk, sudafricano nacionalizado norteamericano, y Mario Draghi, italiano, en un plazo de semanas han planteado la necesidad imperiosa de reducir la regulación y la burocracia. El primero, industrial y tecnológico, al parecer el hombre más rico del mundo, ha planteado rescindir miles de contratos de funcionarios del Gobierno federal norteamericano; el segundo, aumentar el gasto público en la Unión Europea en 800.000 millones de dólares por año. Same, same,but different.

Los dos apelan a reducir la regulación. Característicamente, uno es norteamericano y el otro europeo. El plan de Musk ha comenzado lleno de dificultades, con el objetivo inmediato de reducir más de 10.000 funcionarios. El informe Draghi ha dado lugar a otro informe Von der Leyen, pese a que el italiano cifra el coste de la regulación en la UE en 130.000 millones de euros.

Independiente de la indiscutible relevancia personal e intelectual de los dos, su denuncia del exceso de regulación no es nueva. Ganaderos de Castilla y León, pequeños empresarios catalanes, la patronal de la construcción alemana, la asociación europea de coches, o la del acero llevan años advirtiendo de la casi imposibilidad de hacer negocios en Europa. Cómo será la cosa que Christine Lagarde y Ursula von der Leyen, ambas líderes de grandes burocracias, han firmado un artículo en inglés denunciando "el riesgo existencial" al que se enfrenta la UE. Frase ya utilizada por Draghi en su informe. Como reacción a Trump, la Comisión ha anunciado que va a anular decenas de normas, eso sí con base en una nueva.

Para que no falte nada, la revista The Economist ha dedicado un número reciente al tema. Pone de relieve que en Norteamérica se dedican 12.000 millones de horas por año al cumplimiento de las normas federales, lo que genera 140.000 millones de formas. En España se añaden 8.000 nuevas normas al año, procedentes de todos nuestros parlamentos y un total de 125.000 leyes en vigor, según fuentes jurídicas. Es más rentable comprar un autobús nuevo en Málaga que trasladar uno usado desde Cataluña, según fuentes del sector. El llamado Pacto Verde europeo requiere más de 70 leyes nuevas, cuando ya cabe preguntarse si queda algo por regular en Europa. Para colmo, la propia UE va a declarar exentos de su tasa exterior al carbono a más del 80% de los afectados. ¿No sería más lógico abolirla?


Poder real vs poder ciudadano

Cuando a finales del siglo XVIII los revolucionarios norteamericanos y franceses establecieron sus respectivas asambleas, eran la contraposición al poder real frente al de los ciudadanos. En España lo hicimos en Cádiz en 1812. Casi toda Europa se pasó el siglo XIX en luchas para hacer a la democracia y el parlamentarismo triunfar. Realmente, hasta mediados del siglo XX no triunfaron los parlamentos democráticos. En la península ibérica hasta los años 1970.

Pero en muy poco tiempo, cada pocos cientos de kilómetros en Europa y Norteamérica, incluido Canadá y México, hay una asamblea legislativa plenamente operativa todo el año. Sólo conozco el caso de una responsable regional, la española Dolores de Cospedal, que plantease reducir los meses de trabajo de la Asamblea de Castilla-La Mancha. No triunfó, desde luego, bajo el argumento que menos asambleas es menor democracia.

¿Hemos llegado a la saturación legislativa? Eso parece cuando los ganaderos declaran que no son los impuestos, ni los precios, ni los lobos, los que les obligan a cerrar, sino el exceso de regulación. Además, muchas normas afectan al mismo supuesto de manera distinta. El fin de la seguridad jurídica que requiere saber que conducta concreta es exigible en cada caso. Donald Trump en su primer mandato prometió quitar dos regulaciones por cada nueva aprobada. Fracasó. La pregunta es si un parlamento abierto es capaz de no regular. La respuesta es no.

Cada vez que sucede algo malo, los políticos prometen una ley nueva para hacer imposible que vuelva a suceder. A lo que hay que añadir una distinta por cada parlamento existente. ¿Hemos llegado 250 años más tarde a tener que preguntarnos si el gobierno del pueblo es posible con tantas asambleas? Mi opinión es que no.

Nuestros antepasados medievales tenían también asambleas por cada reino. Pero aquellas sólo aprobaban los gastos e impuestos que demandaba el rey respectivo. Estaban abiertas unos meses. ¿Podrían la mayoría de las actuales sólo discutir presupuestos y controlar a sus correspondientes gobiernos? Eso quizás no daría para vivir sin otro trabajo, y desde luego sin un asistente. Es una tontuna sólo pensarlo. Musk y Draghi lo tienen imposible. Nosotros también. Ningún parlamento existente dejará de legislar ni un solo día.

Pero quizás nos den el silencio positivo generalizado, la responsabilidad patrimonial automática de la Administración, la valoración real de dilaciones indebidas, la prohibición con multa de pedir los papeles que ya tienen, el fin de la cita previa, la calificación de delito flagrante por faltar a la verdad a sabiendas en el ejercicio de una actuación pública y cosas así. Sí es posible a nivel europeo, por si acaso, para tenernos un poco más contentos. Nos lo merecemos.