La duración de la recesión es desde luego determinante. Los empleos aparcados en suspensiones temporales y remuneradas por el Estado corren el serio riesgo de convertirse en desempleos reales. Las pérdidas empresariales del pasado ejercicio hacen difícil, incluso imposible, aumentar los apoyos a través de nuevos créditos. Los crecientes riesgos empiezan a ser recogidos por un sector bancario que en la UE ha comenzado a endurecer las condiciones de nuevos préstamos, pese a las generosas ayudas del BCE de 1% negativo en las líneas sin límite que ha puesto a disposición del sector. Los tipos a lo largo de la curva también han empezado a subir, aunque los bancos centrales siguen comprando todo tipo de activos. Las previsiones de inflación han aumentado en Estados Unidos, más de 10 diferentes materias primas llevan aumentando sus precios durante el pasado año, el pecio del petróleo supera ya los 55$ incluso en una situación recesiva global como la actual.
Tanto Gobiernos como bancos centrales continúan suministrando no solo liquidez sino ayudas directas, con EEUU liderando el esfuerzo con 5 billones de dólares en estímulos, incluida una segunda ronda de ayudas directas a las familias. La UE ha comprometido los conocidos 750.000 millones que deberían empezar a ser distribuidos en la segunda parte del 2021. China también ha realizado grandes esfuerzos en inversión pública para compensar la caída del consumo privado, con más de 1.5 billones en liquidez. Una sincronización de esfuerzos públicos que satisface a todos los keynesianos. De momento serán EEUU y China los que más crezcan en 2020-2021 según todas las previsiones. Por su lado los particulares no se fían demasiado y están ahorrando a niveles récord, el 24% de la renta disponible en España. Muchas voces predicen de unos intensos y alegres próximos años, superado esta última frustración, una nueva Belle Époque. Nuevas fuentes de productividad basadas en la intensidad del uso de la tecnología en todo tipo de negocios podrían ser un serio motor del crecimiento futuro. Pero habrá grandes diferencias entre países, incluso dentro del euro.
La inesperada duración de los confinamientos, con sus inevitables consecuencias de pérdidas de riqueza y empleos, deja una pesada herencia. La gran duda es cómo superarla. Las deudas privadas serán inevitablemente soportadas por unos operadores y no por otros, creando una gran presión social y política. Las monumentales deudas públicas igualan en todos los países o son superiores a sus rentas nacionales. Unos piensan que los bajos tipos de interés actuales reducen el coste financiero y social de esta cargas. En todo caso el crecimiento económico será determinante, pero la vuelta de controles de capitales podrían suceder en cualquier país, ya que las monedas serán un elemento muy sensible en un mundo de grandes deudas. La necesidad de crecer puede ser un elemento de colaboración pero también de enfrentamiento, si la idea de que es un juego de suma cero se asienta, impulsada por la parte social que salga peor parada de estas circunstancias.
Los intentos de responsabilizar a China de la COVID 19 han sido limitados a EEUU, Australia, Noruega y poco más . La UE y los países del Pacífico, salvo India, han firmado recientemente sendos acuerdos de libre comercio con China pese al claro endurecimiento de su represión interna. De la COVID ni hablar desde luego. La Organización Mundial de la Salud está al fin visitando Wuhan, supuesto lugar de origen de la pandemia. Veremos que conclusiones se obtienen de este análisis. Pero las incertidumbres en el liderazgo norteamericano obligan a muchos a ser precavidos con el gigante asiático, el primer socio comercial de 124 países de los 190 que conforman las Naciones Unidas. Es más varios temas, no el menor los impuestos de las tecnológicas norteamericanas, enfrentan a los aliados occidentales.
Muchas de estas consecuencias pueden, deben, ser enfrentadas desde la colaboración, la apertura de mercados, el aumento del crecimiento conjunto. Las dos grandes potencias occidentales, EEUU u la UE, parecen ahora coincidentes en la colaboración y apertura con el nuevo equipo en Washington. Pero ambas se resistirán a ser locomotoras de la demanda mundial, con la zona euro mostrando signos de preocupación por una moneda fuerte. China , ya el primer país del mundo en atraer inversión extranjera, tiene muchas papeletas para tener una moneda fuerte, aunque todos sabemos que pueden y, a veces, quieren intervenir para evitarlo. Un acuerdo a tres de estabilidad cambiaria y reglas transparentes en el respeto a la propiedad intelectual sería de necesidad inmediata. Como lo sería la separación de las tecnologías de cuestiones de seguridad nacional, aunque esto se pondrá peor antes de mejorar si es que lo hace. EEUU ya debería haber aprendido que su desequilibrio comercial está sobre todo relacionado con su falta de ahorro doméstico lo que la pandemia ha agravado. China por su parte debería disminuir el totalitarismo político, algo impensable con la actual dirección máxime en el año del centenario del Partido Comunista. Por desgracia estos condicionamientos se agudizan ante las urgencias que provoca el agravamiento actual de la pandemia con sus duras consecuencias sociales y económicas. Los enfrentamientos geopolíticos no siempre eligen el mejor momento.