viernes, 22 de enero de 2021

Intereses reales

Rodrigo Rato 
21 de enero de 2021

 

Será difícil encontrar una persona que no reconozca  el montante de los intereses en una sociedad endeuda como la occidental. Es la esencia de la más básica educación financiera. Desde hace un tiempo como deudores nos alegramos de ver intereses  cada vez más bajos, impensables hace  solo unos años. Algunos índices como el conocido euribor, aplicable a las hipotecas, es incluso negativo. Nuestro Estado emite deuda a 10 años a  tipos cercanos a cero, incluso a tasas negativas a plazo más cortos. ¡¡ Hemos llegado al paraíso del capitalismo: deudas gratis!!  En estas mismas épocas la inflación ha ido decreciendo , menos 0,5 en España el año pasado. Después de tantas décadas de luchar contra el alza de precios es difícil que nos mostremos preocupados por verlos tan débiles. Sin embargo algunas reglas se han modificado respecto a que  tipo de interés  debemos prestar atención  para medir nuestras posibilidades de crecimiento económico. Siempre necesario pero aún mas después de 2020, cuando la riqueza de la mayoría de los países ha retrocedido por primera vez en decenios, siendo la española por desgracia  una de las que más lo ha hecho. 


Precios e intereses  están interconectados y de su relación depende en parte  la efectividad de nuestra política económica para generar crecimiento y empleo.  Los intereses reflejan el  coste de devolver una cantidad de dinero en el futuro, protegiéndose  el acreedor de la erosión causada por la inflación. Por el contrario cuando los precios son negativos a la cifra de intereses que pagamos hay que añadirle  esa caída para recocer su coste real. Así si una pyme española se financió  al 2,5% en 2020, el interés real pagado es del 3%, equivalente a pagar un 4,5%  en las épocas con una inflación positiva del 2%. Todo un poco contra intuitivo para personas habituadas a vivir en economías con precios positivos,  siempre al alza. Así si una pyme alemana paga ese mismo 2,5% de interés pero los precios allí han sido en el promedio del año positivos en 0,5% , el coste real será del 2%, un tercio menos que la pyme española. Lo mismo sucede en la financiación de los Estados, donde España paga intereses a 10 años  reales positivos frente  a negativos en Alemania. Los  tipos de interés en la zona euro son los mismos para todos los países miembros. Pero los efectos son más expansivos, favorables al crecimiento, en Alemania que en España cuando nosotros tenemos una tasa de paro 5 veces mayor. En este sentido la política monetaria del Banco Central Europeo  es menos beneficiosa  para unos países que para  otros, siendo la misma para todos los países euro. 

Nadie podría negar la importancia  positiva que para España tiene en estos momentos la pertenencia al euro. Sin las compras de deuda del BCE estaríamos al borde del colapso financiero, como nos sucedió en 2012. Es responsabilidad de cada Gobierno diseñar una política de crecimiento dentro del euro. No basta con aceptar lo decidido en la Comisión Europea para todos los países. Es cierto que el exceso de inflación nos alejó de la competitividad alemana en los primeros 10 años de pertenencia al proyecto europeo, pero la Gran Recesión de 2010-14 cambió nuestra situación. El tremendo ajuste a nuestros precios y salarios, una considerable devaluación interna, nos mantiene desde entonces por debajo de la media euro, lo que nos ayuda a mantener la competitividad pero a costa de altas tasas de desempleo. Durante 5 años, 2014-18 crecimos sensiblemente por encima de la media euro. Pero en 2020 seremos el país con mayor caída. Vaivenes y desequilibrios  caracterizan nuestra evolución en los últimos 15 años. Lo que ha dejado peligrosas herencias en niveles de paro y deuda pública. 

Sería iluso esperar que todo esto no tenga consecuencias en la situación social y política, con  fuerzas cada vez más  fraccionadas y tendencias  territoriales disgregadoras, basadas en la apuesta que nuevas naciones evitarán el estancamiento, pese a que la experiencia demuestra  todo lo contrario. La salida de esta crisis nos sitúa en una situación peor que la mayoría de los países con los que compartimos moneda. Hasta unos intereses históricamente muy bajos tienen un valor real más alto que el de nuestros socios. Nuestras autoridades económicas tienen un respeto reverencial  al consenso europeo, muchos esperan recalar en sus instituciones, y  desde luego no es fácil el diseño de una política económica alternativa dentro del euro.  El crecimiento relativo de nuestras exportaciones, el éxito de nuestra industria turística, de elementos automovilísticos y otras muchas demuestran que nuestro sector privado es competitivo. La frase “ no hay desempleo en los oficios”, más o menos exacta, la oímos a menudo. Lo más importante que podemos hacer con las ayudas europeas es modernizar nuestros mercados y su regulación. Cuando el  actual Gobierno decide excluir las ayudas europeas de los requisitos burocráticos en vigor la contradicción es obvia: dejar sometida a un sistema ineficiente el 90% de nuestra economía, pero liberar un máximo de un 10%. Esa no puede ser una estrategia ni sostenible no ganadora. 


Las ayudas y los estímulos que vienen de la UE no serán nuestra solución. No pretenden serlo. Ayudarán más a quienes los sepan aprovechar, dentro de estrategias nacionales coherentes y sostenibles; en cierto sentido a los que menos los necesitan como sucede a menudo. El país más beneficiado por  los 20 años del euro ha sido Alemania. Los intereses reales no nos benefician comparativamente, aunque sean los más bajos de nuestra historia.  Hasta Estados Unidos tiene intereses reales  a 10 años menores que los nuestros, también con niveles de desempleo muy inferiores y de crecimiento superiores.  No debemos descartar que Incluso dentro de la UE y del euro podemos descolgarnos. Será muy frustrante, nuestra sociedad reaccionará de formas muy negativas. Ya lo estamos viendo con los separatismos. La COVID 19 está poniendo a prueba el funcionamiento de nuestro sector público, como las calificaciones de la OCDE lo hacen con nuestro sistema educativo o la crisis anterior lo hizo con la calidad de nuestra regulación bancaria. Si grandes partes de nuestro tejido productivo demuestran ser competitivas, quizás el problema esté en la regulación y el funcionamiento de nuestro sector público tanto para los que lo quieren más grande como para los que no. Lo que no tenemos es mucho tiempo. 

0 comentarios:

Publicar un comentario